Isla Perdida. Población:

Antes de empezar...

Antes de empezar, solo quiero decir una cosa: en realidad, el aniversario es el sábado 13, pero guarden el secreto. Tengo un amigo gorila de espalda plateada que me debe un favor... ya me entendéis...

¿Otra vez viernes?

Happy birthday to us! Happy birthday to us! Happy birthday mister Naufrago, mister Don and mister Bautista! Happy birthday to us! ¡Bieeeen! Digo... Weeeeeell!
Queridos internautas, hace ya un año que comenzamos nuestra modesta andadura por los cerros de internetvilla, y hubo de todo: especiales, fanáticos religiosos, blogoteca, comentarios de una huelga de hambre, vacaciones forzadas y sin forzar (malditos exámenes)... ha habido de todo, pero de lo que más ha habido han sido cambios. Porque, en esta vida, nada se mantiene, todo cambia. Cuando esto empezó, Justin Bieber era "ese entrañable jovencito oriundo de Canadá".
Pero bueno, en un aniversario hay que hablar de cosas buenas, así que vamos con los contenidos:

- Cómo no, este viernes viene con un especial muy especial: el especial aniversario. Al ser esto un sitio de publicación online, hemos querido rendir un discutible homenaje a la mano que nos da de comer (que en realidad ni es mano ni nos da de comer): la informática, una vez más. En esta ocasión os traemos un manual de socorro que os servirá de gran ayuda (lo cual dudo mucho).

-Seguimos con las cagadas deportivas de Don, que nos muestra los riesgos de una carrera ciclista.

- La actualidad más actual sigue aquí, actualizándose, como lo hace actualmente, así que ya sabes, actualízate con las NoNoticias, pero actualízate aún más con... ¡La noticia del día!

-Kimbo te sigue esperando. Recuerda la leyenda africana: si cambias tu nombre por el de un enfermo, el enfermo sanará. Cada día mueren 20.000 niños por enfermedades que pueden ser curadas. Únete a la nueva campaña de UNICEF.

Bueno, poca cosa más podemos decir ya. A los que habéis seguido fieles, que según pone ahí sois pocos, pero bien avenidos, muchas gracias por permanecer ahí con nosotros, y a los que no lo habéis sido, pasad, no es necesario ni que os limpiéis los zapatos. ¡BIENVENIDOS!

La blogoteca

Diez preguntas informáticas indispensables…


… que Bill Gates se olvidó de respondernos. De cara tanto a celebrar como a rememorar la ya famosa lista de Bill Gates y sus claves para el éxito, aquí tenéis esta especie de glosario, con diez preguntas que te harán preguntarte por qué no cogiste una telesketch en lugar de un ordenador:

1- ¿Es realmente útil?
Es casi ilógico pensar en plantearse esta pregunta: internet es casi la nueva televisión, y el ordenador ni os cuento. ¿Quién podría vivir más de quince minutos sabiendo que el ordenador está estropeado? Aun así, en la mayoría de los casos, la situación es la siguiente: hace ya más de un mes que te metieron el troyano, y el ordenador te va a trompicones, pero no lo llevas al servicio técnico, en parte por pereza, en parte por tacañería, y en una parte mucho mayor porque sabes que lo tendrán allí encerrado durante una larga temporada, demasiado tiempo como para que puedas permitírtelo, porque, además de usar el ordenador para trabajar, utilizas internet como fuente de información principal, y ya no se te ocurriría recurrir a un diccionario, o a una de esas enciclopedias… ¡que escalofríos da solo pensarlo! ¿Y luego qué? ¿De vuelta a las cavernas? El caso es que no puedes prescindir de él, aunque ya ni siquiera reconoce la memoria externa. Tu conexión de alta velocidad está siendo utilizada por medio vecindario, y, cuando puedes, la utilizas para bajarte música y ver películas, pero de los doscientos discos que tienes en el ordenador, solo has podido escuchar tres o cuatro, y de todas las películas que tenías planeado ver, solo puedes ver alguna, y con mucha paciencia, porque de lo lenta que va tu conexión de alta velocidad, tienes que pararla cada cinco minutos para que cargue. ¡Las maravillas del progreso, señoras y señores, solo nos hace la vida más fácil! Y hablando de utilidad…

2- ¿En qué punto una llamada al servicio técnico deja de servirte de ayuda?
La pregunta correcta sería ¿En qué punto una llamada al servicio técnico pasa a convertirse en una matanza salvaje? Hay tantas cosas discutibles en este servicio que no creo que pueda enumerar más de unas cuantas: para empezar, lo de asistencia 24 horas es una vil farsa, en realidad la mayoría de las veces es la fría y deshumanizada voz de un robot la que te dice que los operadores están ocupados, y vas a tener que esperar, y cómo no, la llamada no va a ser barata. Cuando contestan, nos toman por idiotas. ¿Quién no ha oído la famosa frase “está seguro de que el aparto está conectado a la red eléctrica”? Que te dan ganas de contestar “¿Ah, que es en la red eléctrica? ¡Claro! ¡Ya sé dónde está el problema! ¡Me había metido el enchufe por el culo y por eso no me dejaba reproducir archivos de audio!”, y mientras tú esperas pacientemente con una crispante canción, durante la cual sueltas de cuando en cuando algún “me cago en su puta madre”, el operador te está escuchando, y seguramente se lo esté contando a sus compañeros operadores mientras se echa unas risas desde la seguridad del “mute”. El caso es que, obviando cambios de operador, instrucciones contradictorias y mil desvaríos más, al final descubres que tu llamada para ver si podías solucionar el problema tú mismo te ha costado más que llamar a un técnico, para que no tarde en volver a estropearse.

3- ¿Cuándo tiene tu ordenador suficientes complementos?
Por ejemplo, basándonos en el testimonio de un cliente anónimo de PC Market, “porque no eres precisamente una lumbrera” (marca ficticia para depurar responsabilidades, el caso puede no corresponderse completamente con la realidad, Cartas desde la Isla queda exenta de responsabilidad legal por los contenidos publicados) que acudió a su tienda para comprarse una webcam y un micrófono. ¿Los motivos? Puro mimetismo informático: su compañero de trabajo se había comprado los mismos complementos aquella misma semana.
—Saludos, honrado comerciante —dijo el hombre—. Espero que pueda ayudarme con su criterio. Estoy buscando una webcam y un micrófono como los de mi compañero de trabajo.
—Pues verá, eso depende de la marca y el modelo de los productos que haya elegido su compañero —responde el vendedor, con una fingida sonrisa para ocultar su apatía.
—No lo sé, joven, solo sé que se los ha comprado para hablar con sus primos de Toledo.
— ¡Ah! ¡Perfecto entonces! —Responde el vendedor, con una sonrisa auténtica en esta ocasión—. ¡Sígame! Con estos dos aparatos no tendrá ningún problema para comunicarse con sus parientes de Toledo.
—Pero si yo no… —responde dudoso el cliente, sabedor de que no tiene primos en Toledo, e incluso sospechando que allí el único primo es él, pero no las tiene todas consigo, la seguridad del vendedor es demasiado apabullante.
— ¡Claro que sí, hombre! —Insiste el vendedor, que tiene entre sus manos dos chismes tan caros que bien podrían funcionar por arte de magia—. ¿Cómo no va a poder los instrumentos de su compañero hablar con sus primos de Toledo y los suyos no? ¡Estos dos aparatos tienen todo lo que necesita! —Y ya le tiene en el bote.
Este ejemplo da que pensar…

4- ¿Sabemos tanto de informática como creemos?
Esto me recuerda a un ejemplo más que evidente: Fernando Alonso. Cuando Fernando Alonso comenzó a arrasar como piloto, no había bar en el que, apoyados sobre la barra, un montón de borrachos comentasen la carrera, e incluso discutiesen a voces sobre si las ruedas blandas serían suficientes como para terminar el circuito. Todo el mundo se había vuelto experto en Fórmula 1. Y yo me pregunto ¿no ha sucedido exactamente lo mismo en este campo? Si el hombre de la webcam y el micro no hubiese intentado ir de listo con su compañero de trabajo, el vendedor de PC Market (marca ficticia para depurar responsabilidades, el caso puede no corresponderse completamente con la realidad, Cartas desde la Isla queda exenta de responsabilidad legal por los contenidos publicados), que, al fin y al cabo, está haciendo su trabajo, no le habría timado. Pero, entonces…

5- ¿Quién tiene la culpa de todo esto?
Pues me parece más que evidente también: los culpables son los mismos que decidieron que las cintas de música ya no valían, ni las cintas VHS, ni los lp (aunque estos están volviendo al mercado), y había que volver a comprarlo todo una vez más. Los mismos que sacan al mercado un ordenador de último modelo, y al año el mercado está lleno de ordenadores más baratos y con mejores características. Dentro de nada los regalarán con las tapas del yogur, pero nos seguirán clavando en el servicio técnico. A propósito, ¿puede ser que el lp esté volviendo para luchar contra la piratería? Lo cual me hace pensar…

6- ¿Se puede luchar contra la piratería?
Cierta empresa mafiosa, con servicios abusivos y ansias de monopolio cree que sí, pero no solo lo cree el gobierno, también lo cree la SGAE. ¿Pero qué pasaría si pasásemos junto a uno de sus carteles de “La piratería mata la música” o “Salvemos la propiedad intelectual”, de grupos afiliados a quienes-vosotros-sabéis. Parece muy bien hecho… ¿se habrán comprado algún programa de diseño gráfico? Yo que sé, el photocad (marca ficticia para depurar responsabilidades, el caso puede no corresponderse completamente con la realidad, Cartas desde la Isla queda exenta de responsabilidad legal por los contenidos publicados) o algo así. Esto nos lleva a la siguiente pregunta:

7- ¿Qué coño pasa con los manuales de instrucciones?
Más idiomas de los que existen en cada uno de ellos, esquemas que parecen de otros aparatos, botones que, sencillamente, no están… estas son solo unas pocas de las características de este instrumento del demonio. ¿Mi teoría? Seguramente quieran tomarnos por tontos y arrojarnos a los brazos del servicio técnico una vez más. Lo más normal que suele suceder al leer un manual de instrucciones, es lo que le sucedió a nuestro amigo, el cliente anónimo de PC Market (ya sabéis…):
—Cariño, ven a ayudarme a conectar la webcam, anda, que ya verás que pronto estamos hablando con los primos de Toledo —le implora el hombre, que evidentemente no se ha enterado de nada, a su mujer.
—Gilipollas —responde esta, muy comprensiblemente, pasando de largo.
—Está bien, creo que podré yo solo… “instruction guide”, no, esto no es “руководство по эксплуатации”, esto creo que tampoco… “manual de instrucciones” ¡Aquí está! —Exclama, henchido de orgullo, y comienza a leer—. “No vierta agua, ni otros líquidos, sobre el producto”, hecho, “no arroje el producto a los transeuntes”, hecho también… —pero la cosa se complica para nuestro compañero—. “Al conectar el producto, utilice el cable de ocho pines, si su equipo informático carece de salida wan miniport, pero utilice el conector h-5473928-j3 si dispone de salidas USB libres. Recuerde antes configurar su equipo electrónico para entrada w-lan, si no dispone de wan miniport, o para salida USB, si dispone de puertos USB libres. Si dispone de salida wan miniport, conéctela de la forma habitual”… ¡Joodeeer!… Y yo sin avisar a los primos de Toledo.
Curiosamente, las instrucciones básicas se acaban contraviniendo, y el producto acaba estrellado en el asfalto.
Sin embargo, una vez obviado todo esto (por suerte), llega otro problema habitual, que nos lleva a la siguiente pregunta.

8- ¿Por qué nuestros equipos domésticos se calan, se cuelgan, se estropean en pleno uso… y otros productos no?
Es de locos pensar que, después de lanzar una sonda al espacio, los ordenadores de la NASA se cuelguen, o que, en pleno vuelo, el instrumental de a bordo se quede pillado, con el consecuente hostión contra el suelo, o incluso que, en una base militar, se cuelgue el instrumental y los misiles se lancen. No me imagino yo al jefe del proyecto de la NASA diciendo “que contrariedad… habrá que llamar al servicio técnico”, o al piloto del avión en cuestión quejándose “vaya, primero la cafetera en casa y ahora esto”, o, Dios no lo quiera, al capitán de la base militar diciendo “bueno, ya se sabe, el instrumental armamentístico… bueno, mala suerte, espero que la cafetera sí que funcione”. ¿Por qué permitimos que nos vendan equipos informáticos estropeados? Y lo más grave…

9- ¿Por qué permitimos que, los que no están estropeados, los estropee algún gilipollas?
¿Qué gracia tiene meterle un virus en el ordenador a un pobre hombre y jodérselo? Vete al ordenador del director del Banco Central del País (no lo repito más veces) y saca de ahí cuantos millones puedas, nadie te lo va a recriminar, total, si ese dinero lo pierden las compañías de seguros, pero no vayas a un pobre oficinista y le jodas el trabajo, como si no fuera ya bastante difícil que algo lo echara todo por tierra. Aun así, ¿qué haces? ¿A quién denuncias al cabrón de turno? Porque no creo que en emergencias fuesen a ayudarte mucho, igual tendríamos que recurrir a la famosa frase de Bruce Willis y decirles “¿Y qué cojones se cree que estoy haciendo? ¿Pedir una pizza?”. Sin embargo, la pregunta del millón, la que más inquietud provoca y la que más nos encoge las tripas es…

10- ¿Qué nos depara el futuro?
¿Coches voladores y acuáticos a los que se les estropea el GPS en medio del mar? ¿Cruceros espaciales que, por error, filtran el oxigeno al espacio? ¿Servicios técnicos que te mantienen postrado en tu silla de oficina? ¿Androides asesinos presidiendo el gobierno? ¿Se convertirá el futuro en una especie de Futurama? ¿Será más bien una pesadilla dickensiana? ¿Se cumplirán las profecías de Isaac Asimov, pero los robots se calarán y se les olvidarán los principios de la robótica, perpetrando brutales genocidios, para que luego el servicio técnico diga “ya se sabe, los robots se cuelgan”?

De todas formas, no lo sabemos. Aun así, ruego a todos los estudiantes de ingeniería que lean esto que, por el amor de Dios, recapaciten, construidnos, por favor, un futuro, por lo menos, en el que podamos morir por causas naturales. Aun así, aprovecho para daros un consejo: cuando lleguen las vacaciones, viajad, disfrutad de la brisa invernal, alejaos de las complicaciones, desconectad y volved con las pilas cargadas, dispuestos a disfrutar de nosotros tanto como nosotros disfrutamos tratando de haceros disfrutar, porque, citando al célebre Isaac Asimov: "El aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría".

El cóndor andorrano:



Era una fría mañana de agosto (el cambio climático, ya se sabe), y McCarnigan se encogía en el interior de su sucia gabardina detectivesca. La cabeza estaba a punto de estallarle, puede que por la velocidad de sus pensamientos, puede que por los dos litros y medio de bourbon que había tomado la noche anterior tras la cena. Con semejante cuadro de alcoholismo, solamente estaba cualificado para ser detective privado, eso sí, con un oscuro pasado.
La ligera luz invernal de verano se filtraba tras las persianas, haciendo que McCarnigan entrecerrase sus hinchados y resacosos ojos antes de asomarse a la ventana para verla: ahí estaba, ante sus ojos, la ciudad que nunca dormía, la ciudad en la que se producía un delito en cada esquina, la ciudad más peligrosa que un adicto al riesgo (y al alcohol… y a algún que otro estupefaciente) como McCarnigan podría desear… la llamaban “la ciudad encantada”… Cuenca.
De nuevo un punzante dolor de cabeza al escuchar el zumbido del aspirador de la vecina de arriba. Desde luego, que poca consideración, ¿A quién se le ocurre pasar una aspiradora un martes a las tres de la tarde? (Con lo cual, de mañana ya no nos queda mucho… además de que aumenta considerablemente la gravedad del problema de alcoholismo de nuestro héroe McCarnigan).
Ante semejante alboroto, y presto a desenfundar su arma más peligrosa: su sagacidad, McCarnigan dijo:
− BUUURP… vaya puta mierda de garrafón…
Sin embargo, un nuevo ruido distrajo a McCarnigan de su jaqueca, pues la puerta de su despacho se abría, como otras tantas veces, para dejar paso a una auténtica preciosidad. Contoneando sus hermosas caderas, una elegante joven entró en el despacho. McCarnigan, con la clase de la que solía hacer gala, dijo:
− ¿Quieres rollo?
−No... –respondió la joven, algo contrariada, pero McCarnigan parecía esperarlo, pues con un elegante gesto se quitó el sombrero (también lleno de mierda) y se acercó insinuante a la joven.
− Tu de por aquí no eres, ¿no? – Preguntó, a la vez que hacía gestos sugerentes con los labios y la lengua, por lo que su frase no se entendió muy bien, y tuvo que volver a repetirla.
− ¿Cómo lo ha sabido?
En ese instante apareció por la puerta otra mujer, con la cabeza llena de rulos, con un contorno que apenas cabía por la puerta y los colmillos inferiores sobresaliéndole de la boca, gritando:
− ¡Que pasa, artista! ¡Que me debes todavía el alquiler, copón! Llévamelo luego, que voy anca Marcial.
−Por favor, siéntese –instó McCarnigan a la joven al desaparecer la casera.
La joven le hizo caso y McCarnigan se sentó frente a ella, expectante. No podía dejar de observar a la joven, pues desentonaba claramente con el lugar. Aquella melena negra llena de bucles, aquellos grandes y brillantes ojos, su piel tersa, esos turgentes y grandes pechos, aquellos labios carnosos y lujuriosos, aque…
− ¡Bueno tío, ya está bien! –Me gritó McCarnigan− ¡Te estás poniendo como una moto!
−Eso digo yo –añadió la joven, mirándome con cara de enfado−, que en vez de narrador parece usted un cerdo.
Está bien, perdonadme, sigo.
Aquella joven, que era una señorita muy guapa, captó la atención de McCarnigan, que no hacía mas que juguetear con su sombrero (del cual no paraban de caer motas de polvo, arañas, caspa e incluso un par de botellas de bourbon que el propio McCarnigan había escondido ahí hace meses), a la espera de que la señorita le dijese el motivo de su visita. Finalmente, la joven se pronunció:
− Verá, mi nombre es Lady Angelica Winona-Rider Kelly, marquesa de biomanán, y he oído hablar de usted… el caso es que deseo contratar sus servicios.
− La escucho.
−Antes de nada, me gustaría saber si puedo confiar en usted.
− Por favor –respondió McCarnigan con algo de sarcasmo−. Observe.
McCarnigan señaló a la pared, donde reposaba un artículo de un periódico enmarcado, el artículo, que no el periódico. Lady Angelica se acercó y comenzó a leer en voz alta:
− Policía borracho dispara a tres niños…
− ¡Ya está bien! –Balbuceó McCarnigan−. Lo que quiero decir es que puede confiar en mí, soy el mejor detective de la ciudad.
− ¿No es usted el único detective de la ciudad?
−Precisamente, yo solo me basto para mantener la ciudad limpia –respondió, pero Lady Angelica echó una escrutadora mirada a la gabardina y al sombrero, que aún seguía expulsando arañas−… de delincuencia.
Lady Angelica pareció convencida con los argumentos de McCarnigan, pues volvió a sentarse y, tras cruzarse de piernas de forma realmente sugerente (no te enfades, es que tengo que recalcar tu sensualidad, ya verás por qué), miró fijamente al detective y le dijo:
−Necesito que recupere el cóndor andorrano.
McCarnigan alzó una ceja, contrariado:
− ¿No querrá decir el halcón maltés?
− ¡No! –Respondió Lady Angelica con expresión asqueada−. El cóndor andorrano, se lo explicaré…

Qué gozada de día…


… y yo que quería perdérmelo. En fin, que de nuevo es viernes y yo, en calidad de náufrago, tengo que contaros algo inquietante. Algo que ya hizo notar el padre del humor inglés pero en España, Andreu Buenafuente, hace unos días: el inminente proceso del juez Garzón está reabriendo heridas que no es que sean viejas, sino que algunas de ellas ya pertenecen a cadáveres, y encima sin venir a cuento.
Antes de nada, os pondré en antecedentes... ¿lo cogéis? ¡Antecedentes! Jajajaja (no os enfadéis, es que estoy un poco espeso…) El 25 de febrero de este año, arrancó la tramitación de una querella contra el juez Baltasar Garzón debido a su presunta orden de grabar las conversaciones de imputados en la trama Gürtel con sus abogados, lo cual es ligeramente ilegal, ya que no solo una grabación sin consentimiento de sus protagonistas no es admitida como prueba y no tiene validez alguna a efectos legales, sino que también es una vulneración de la intimidad y prevaricación… los imputados de la trama Gürtel grabados han dicho que “¿cómo puede haber gente tan rastrera?”.
El hecho de que los chorizos de la trama Gürtel se estén quejando de intrusismo, que también ya no es que no tenga para un artículo, sino que da para un libro, no es lo que nos atañe este viernes a la luz de que todo esto está levantando ampollas con lo que parece el cuento de nunca acabar: las dos Españas.
Efectivamente, damas y caballeros, la querella contra Garzón ha provocado la unión de los sindicatos (tócate los cojones, no se ponen de acuerdo para conseguir una reforma laboral decente y se alían para defender a un magistrado, esto sí que es de chiste), pero no solo entre ellos, además se unieron Pilar Bardem, Pedro Almodovar, y vamos los que aparecen siempre donde más les conviene, para prestar su apoyo al juez y dar un poco la nota. Los periódicos de corte más “conservador” (si, ese tipo de conservador con bigote y aficionado al coñac) hablan de “boicot a la democracia”, pero la perla esta vez corre a cargo del ABC, con un titular breve pero conciso (y por conciso quiero decir acojonante): “golpistas”.
Parece que poco a poco vamos recuperando nuestro proceso natural de evolución: hacia atrás. Por un lado tenemos a un abogado intentando ganar tiempo tratando de procesar a Garzón por unas grabaciones que ya fueron desestimadas, y en el caso de que no lo hubiesen sido solamente significaría que el juez de instrucción era un poco falto… de ética profesional, por supuesto. Sin embargo, a pesar de la desestimación de las grabaciones, el proceso tira p’alante, ¡con dos cojones! ¡Hay que castigar a los infractores con todo el peso de la ley! Y si no, que se lo pregunten a Mariano, que aún sigue escondido debajo de la mesa de su despacho, pero bueno, tampoco pasa nada, aquí enseguida se monta una manifestación donde aparezcan los de siempre, los artistas progresistas de cara a la galería y que luego apoyan la privatización del arte que crean defendiendo a ultranza sus “derechos” como autores. Luego que aparezcan las cabezas visibles de los sindicatos y que empiecen a llegar los pringados de siempre para hacer bulto, porque de todos es sabido que una manifestación solo cuenta por la gente “importante” que acude. Ejemplo:
Una manifestación antiabortista se cuenta como una manifestación importante cuando se ha presentado Esperanza Aguirre y/o Mariano naniano, la gente que ha ido hasta allí a defender lo que sea que defiendan los antiabortistas (porque también es bien sabido que sobre el cuerpo de una mujer la decisión que cuenta es la de una masa anónima) no cuenta para nada, la gente no cuenta, solo es una masa anónima, que además ni siquiera es importante en cuanto a número, porque cada uno dirá la cantidad que le salga de sus huevos toreros según le convenga, o les convenga a sus jefes. De este modo, una manifestación antiabortista ha sido un éxito si ha estado allí Esperanza Aguirre y ha habido un millón de personas, aunque en realidad esa misma manifestación haya sido una mierda de acto con menos de cien mil personas.
Dejando aparte la manifestación, también está el hecho de que la prensa “seria” boicotee la manifestación simplemente porque no conviene a los intereses de su público. El periodismo es una carrera, no una mercancía, señores, así que un poco de seriedad. ¿Qué viene ahora? Seguramente una huelga general pidiendo a gritos la amnistía del bigotes y compañía, aún miembros del PP, porque ahí no dimite ni Dios. Estoy empezando a pensar que es más difícil dejar de ser del PP que dar de baja internet, y eso que según los estatutos del partido cualquiera de sus miembros implicado de alguna manera en algún delito de corrupción debe ser destituido o poner su cargo a disposición del partido, y claro, Rajoy no les debe oír dimitir desde debajo de la mesa de su despacho. Además parece ser que cada vez que le preguntan cómo piensa sacudirse el marrón, se tapa los oídos y grita “tralalalalalala”, para luego decirle a su secretaria “mira a ver shi she han ido ya”.
En definitiva, que voy a ir guardando latas de atún por si acaso la cosa tira para adelante y acabamos por vernos en las calles matándonos por Garzón. Antes de terminar el artículo quisiera dar mi enhorabuena a los sindicatos por su eficaz actuación… justo cuando menos pintan, y ahora, puesto que Ronnie James Dio y los padres del heavy metal me lo susurran al oído, tengo que acabar, pero lo haré con una frase que dijo un mendigo el otro día en callejeros, y que me hizo pensar en que quizás debí hacer más caso a los mendigos y menos a los profesores y jefes que me han ido surgiendo: trabajar significa convertirse en un eje más de este sistema, un sistema que hace siempre a los ricos más ricos, y a los pobres más pobres.

10 pasos a seguir para derrotar a Dios:


En esta ocasión tampoco tenemos los sacrosantos puntos suspensivos, pero no os preocupéis, no es porque haya fallecido alguien que respetamos y queremos, es porque se murió Jesucristo, así que el motivo por el que no están los sacrosantos puntos suspensivos es porque no queremos nada sacrosanto en éste número.
El otro día mientras estaba afeitándome entró en el baño mi tía a ponerse la dentadura postiza (cosa muy agradable), y comenzó a decirme que se iba a misa, que había que tener temor de Dios, que no quería acabar ardiendo en la hoguera en un ajusticiamiento en la plaza mayor acusada de brujería, y mientras tanto yo no sabía si continuar mi afeitado o aprovechar la cercanía de la cuchilla a mi yugular y seccionarla con toda la fuerza que pudiese. Sin embargo, aquello me dio algo que pensar cuando se me quitaron las ganas de quitarme la vida (mi tía desapareció), y es que yo no soy el que se murió hace tantos años condenado por su propio pueblo, así que yo no soy el que tiene que desaparecer, fue ese viejo cabrón el que desapareció del mundo, pues que se quede con los muertos, ¡yo estaba aquí antes, maldita sea!
A donde quiero ir a parar es a que esta Semana Santa, al igual que todas las anteriores, ha sido una trampa mortal para todos aquellos que solamente queremos hacer lo que hacemos en todas las vacaciones: atascar nuestros intestinos con cantidades ingentes de carne de cordero lechal y bañar nuestros riñones y nuestro hígado en una cantidad tal de cerveza que ni Ernesto de Hannover podría imaginársela. Así que os voy a enseñar, tal y como os dije al principio, los diez mandamientos que todo amante de unas buenas vacaciones debe seguir a rajatabla para ganar esa lucha contra Dios que se produce todos los años. Vamos allá:
1- La regla número uno de todo amante del escaqueo es, ni más y menos que la siguiente: si quieres evitar participar de alguna manera en algo que requiera esfuerzo o resulte inconveniente, hay que evitar a toda cosa reconocer la existencia de dicho inconveniente. “¿Semana Santa? ¿Esa no es la fiesta de los conejitos y los huevos de pascua?” O mejor aún, “¿Semana qué? No me dijeron nada en la sinagoga”.
2- Que de cara al público finjas no saber nada sobre la Semana Santa no significa que no sepas nada. Mantente lejos de las calles céntricas, sobre todo por la mañana y a altas horas de la tarde. Recuerda también que los días de riesgo son el jueves, el viernes y el domingo, así que los sábados si cometes la imprudencia de ir al centro, puede que solamente veas unas gradas y muchas viejas.
3- Lo mejor es que desaparezcas. Todo el mundo aprovecha para irse de la ciudad… pues por algo será. Si tienes pueblo, ¡escóndete allí! Te evitarás tener que quedarte en casa por las tardes y podrás refugiarte en un bar junto a sus parroquianos, recuerda que en un pueblo nunca se sube a casa a cenar lo suficientemente borracho.
4- Las tardes están fuera de riesgo en el pueblo, pero el domingo por la mañana va a ser de vida o muerte, será mejor que aproveches bien el sábado y te pases todo el domingo en casa pasando la resaca… siempre son mejores unas náuseas que un enfrentamiento directo contra Dios, ¡te destrozaría!
5- Más o menos hemos repasado todas las normas horarias y geográficas, pero si te saltas alguna de estas normas, un sencillo truco es huir de las aglomeraciones, sobre todo si hay gente vestida de negro. Si ves a esa gente, huye como si te hubieses encontrado al mismísimo Cthulu.
6- Hace un par de milenios, el cadáver putrefacto de Jesucristo se levantó de su tumba como un zombie dispuesto a ingerir cuantos cerebros pudiese contener su decrépito estómago, por lo que comenzaron a hacer procesiones y saetas durante los días de peligro una vez al año para aplacar su espíritu y devolverlo a su tumba, no debes olvidar que este es el verdadero sentido de esta festividad. Sin embargo, nunca consiguen calmar del todo a este violento espíritu, y en ocasiones éste aparece como un poltergeist en todas las casas de la cristiandad. Para evitar estas apariciones, no enciendas la tele nunca, ¡nunca! ¡Ni aunque el Madrid-Barça hubiese caído en esas fechas! Siempre puedes correr el riesgo de que el poltergeist interrumpa la programación habitual como si fuera “de repente Chavez” y conectara con el vaticano.
7- Las misas televisadas no son el único riesgo, repito, apaga la puta tele, hay mucha gente que no ha sobrevivido a la emisión de Ben-Hur. De pequeño mi abuela me obligó a verlo y tuve que ser hospitalizado de urgencia.
8- Con los siete primeros consejos hemos conseguido rehuir un enfrentamiento directo con Dios, pero llegará un momento en el que las hostilidades van a tener que empezar. La Semana Santa es la época perfecta para un viaje romántico con tu pareja, lejos de tu familia y sus comidas multitudinarias. Si no tienes pareja, intenta convencer a tus amigos para viajar a una casa rural y atrincheraros allí hasta que Dios suelte toda su artillería. Si estás en tu pueblo, la resaca sigue siendo una gran opción, levántate a las cuatro de la tarde y atibórrate a lechazo tu solo en la cocina.
9- Puede que una forma de ataque llegue en forma de saeta (no de flecha incendiaria, Dios es demasiado sofisticado para algo así; sino de canto típico de las fechas), así que mientras salgas a la calle, lleva los cascos con Alice Cooper o AC/DC a todo volumen.
10- Por último, pero no menos importante, debes recordar que no es malo que en estas vacaciones caiga una lluvia torrencial… es más, yo que tú, intentaría aprenderme la danza de la lluvia de los nativos americanos antes de salir de casa… además, así podrás lanzar un ataque directo contra Dios al poner la tele y encontrarte con unos cuantos sevillanos llorando porque no han podido sacar los pasos.
En definitiva, no quiero meterme en si Dios es un cabrón que puso un montón de normas estúpidas o un invento más lucrativo que el chupachups, lo que sé es que esta Semana Santa escuché una voz que me llamaba desde un cerro a un par de kilómetros de mi pueblo, así que me acerqué y me encontré una zarza ardiendo. Allí, la propia zarza me dijo “apágame tío que me abraso”, yo hice caso y la zarza llena de espuma de extintor me volvió a hablar “gracias por ayudar a tu señor, en agradecimiento, te obsequio con este decálogo para pasar unas buenas vacaciones de Semana Santa”. Yo, extrañado, pregunté “¿Pero quién eres?”, y la zarza me contestó “El nuevo fichaje de Los Hombres de Paco”, y yo “¡Anda coño! ¡Goya Toledo! Pues tienes la voz un poco ronca”. Luego cuando se me pasaron los efectos me desperté rodando colina abajo.
En definitiva, que disfrutéis de este decálogo que Satanás me entregó cuando yo no estaba en mi mejor momento… a él no le ha ido mal estos últimos años, ¿no?

Cura sana…


…culito de rana. Esta frase cobra un nuevo significado, pues ayer descubríamos que tras ya dos años intentándolo, Barack Obama ha conseguido llevarse al huerto a los congresistas y aprobar su propuesta de reforma sanitaria. Aún saltan de alegría varios colectivos como el de los trabajadores sin seguro, los parados y las víctimas de Chuck Norris.
Las novedades que aporta la reforma incluyen más facilidades para adquirir un seguro sanitario, el aumento de impuestos para los más ricos, un aumento de la cobertura de prescripción de medicamentos para la tercera edad y un coro de enfermeras que cantan la canción infantil con la que abrimos el artículo a los enfermos.
Lo cierto es que son unas medidas bastante loables, a pesar de la oposición de los republicanos más conservadores. Parece que no va a pasarles más eso de que sea más difícil operar a un carpintero de apendicitis que a un magnate de un tumor cerebral, pero eso habrá que verlo.
No es raro que en el país conocido como “la tierra de las oportunidades”, que exporta el “sueño americano”, que no es otro que llegar más alto que nadie, y educa a sus hijos en la más fría competitividad para sobrevivir por encima del vecino, se dé más facilidades a quien mejor puede pagarlas… con ese currículum no es de extrañar. Pero no quiero unirme a la masa de gente que critica algo antes de dar una oportunidad (lo que parece ser todo el mundo), y quiero centrarme en otro sistema sanitario que pide una reforma tan a gritos que todo su personal médico precisa de sonotones al jubilarse: el sistema sanitario español.
¿Y que mejor manera de empezar un análisis, por somero que sea, del sistema sanitario español, que remontándonos a sus orígenes? La respuesta es tan simple como aterradora: Francisco Franco. Es bien sabido que basta con acercarse a cualquier defensor del franquismo para que éste defienda al innombrable con tres argumentos: viviendas de protección oficial, seguridad social y pantanos. Cualquiera podría decir que son los tres únicos aspectos en los que España avanzó algo desde el 39 hasta el 75, pero el buen franquista sabe que puede aferrarse a estos aspectos cual clavo ardiendo (esto me da que pensar sobre algo interesante aunque fuera de tema y solo por poner un ejemplo: desde que en Alemania claudicó el nacionalsocialismo y hasta ahora, no ha aparecido ninguna estatua de Hitler, ni nadie diciendo que en realidad no fue tan malo, ni ningún ex-miembro del partido nazi en el gobierno: misterios de la evolución humana).
Sin detenernos en esto (ni en lo bien que suena decir que en España tenemos estado del bienestar y todas esas gaitas), vamos a ver qué es lo que tenemos en realidad:
- En primer lugar tenemos los edificios: consultas, ambulatorios, hospitales y demás centros de salud, que se caen a pedazos y son del año de la pera. He visto gente curarse automáticamente por no entrar en esos edificios decrépitos.
- El personal que nos atiende: entiendo perfectamente que trabajar en algo así tiene que ser deprimente por mucha vocación que haya de por medio, pero sinceramente creo que hacen castings para coger a las enfermeras con más mala hostia del panorama euro. El otro día estaba en urgencias cuando una señora se acercó a una enfermera y la dijo “no oigo nada por este oído y el otro me duele”, a lo que la enfermera contestó sin detenerse siquiera “bah, para lo que hay que oír”. ¿Pero cuanto ácido ha tenido que asimilar el cuerpo del responsable de recursos humanos del hospital para que ese súcubo me atienda de urgencia? Es justo lo que necesitamos cuando vamos a urgencias, que al darle los buenos días a una enfermera ella nos conteste “¡pues mira quién fue a hablar!”.
- La organización: Aunque aquí lo parezca, no es muy divertido que te echen de una habitación a las cinco y media de la tarde porque las visitas están prohibidas hasta las cinco en punto de la tarde. Aunque para diversión, que te ingresen en una habitación que compartes con veinte personas, aunque en realidad solo tiene dos camas… ¿Que cómo puede ser? ¿Un misterio a la altura de la Santísima Trinidad? Algo parecido, porque más o menos sucede por obra y gracia de esos veinte ocupantes, que, tal y como suponíais, son gitanos. ¿Por qué? Porque no hay gitano que esté en un hospital y no se pase por el forro de los cojones la norma de solo una visita por paciente. Estás convaleciente de una operación y tienes al lado un panorama similar a Pearl Harbor durante el ataque, pero en familia. Sin embargo, todo esto carece de interés a la vista de que las propias enfermeras se lo pasan todo por el forro: ¿Qué pone “puerta cerrada, peligro de contagio”? ¡Pues abierta de par en par! ¿Qué el viejo ese necesita que le pongan un enema? ¡Se lo ponemos al lado del de la gastronteritis! Es muy difícil permanecer en un hospital un día sin contagiarte con al menos tres cepas distintas de virus estomacal… ¡Muchas gracias, personal!
- El overbucking: Cada vez que alguien en un aeropuerto se queja de los problemas de retrasos y overbucking le mandaría a un hospital público para que se tuviera que sentar en el suelo porque en ninguno de los ocho pisos hay un solo asiento en ninguna de las salas de espera, o para que esperara durante diez minutos un ascensor que no llega junto a media docena de viejas dispuestas a hundir sus uñas en su carne y a perforarle con sus dentaduras postizas con tal de no quedarse fuera, para acabar subiendo hasta el último piso por las escaleras sin aliento ni para pedir una camilla para que le ingresen a él también, cosa que no podrá hacer porque tienen problemas de espacio y se están viendo obligados a dar el alta a la gente en cuanto se despierta de la anestesia, pero claro, ¿cómo va a haber espacio si la mitad de la población gitana del país está repartida en tres habitaciones? ¿Qué? ¿Que tu vuelo a Cancún se ha retrasado un par de horas? ¡Vete a tomar por el culo, que es a donde te van a mandar cada vez que vayas a ver a tu médico de cabecera al ambulatorio más cercano, porque están jodidamente saturados! ¿Será porque todos han decidido ponerse malos a la vez? No, es porque el gilipollas de turno decidió que era más rentable gastarse una millonada en… yo que sé… financiar una película completamente vomitiva sobre unos veinteañeros hasta las cejas de todas las drogas existentes, en lugar de un par de putos ambulatorios nuevos para que todos podamos respirar un poco mejor… Esta vez las gracias se las doy a la Sinde, que todos nos acordamos mucho de ella, y de su familia.
- Las comparaciones, que son odiosas: Todo el mundo dice que los mejores médicos son los que están ejerciendo en la sanidad pública, pero cuando Leticia, o Letizia (Joaquín Sabina, ese cerdo mentiroso y sin escrúpulos) Ortiz se pone de parto, o la disgusta su nariz o tiene diarrea (porque la realeza también hace de vientre), se va a la Clínica Ruber Internacional… eso da que sospechar, ¿no? Sin embargo, ponerse a pensar sobre esto es llegar a la conclusión de que no se trata de que los médicos sean mejores, sino de, en comparación, los médicos de la sanidad privada operan con un buen instrumental, y los médicos de la sanidad pública anestesian con un mazo.
Al fin y al cabo, tras este análisis del regalito del caudillo, hemos concluido que la seguridad social no es otra cosa que unas instalaciones asquerosas a rebosar de gente atendida por la gente con la peor mala hostia del mundo y todo organizado por un mono adicto al prozac. De esto podemos sacar un par de lecturas: Una de ellas es que el regalito que nos dejó el franquismo es como que te regalen una patada en los huevos. Otra de ellas es que, en lugar de financiar nosotros mismos nuestras necesidades sanitarias en un sitio más o menos decente, financiamos con nuestros impuestos una basura pero “tirada con muy buenas intenciones”… ¿Y quién dice que el sistema no funciona?

Crimen sollicitationis…

Imagen sacada de:http://badabolloworld.blogspot.com
… de delictis gravioribus. Tranquilos, no estoy poseído por el diablo (que pena, no me harán un especial “Los Hombres de Paco”), todo tiene una explicación más sencilla: Crimen sollicitationis o “delito de solicitación”, es el título de una carta que el secretario de la Sagrada Congregación del Santo Oficio hizo pública y que trataba sobre las penitencias a aquellos miembros de la iglesia que hubiesen mantenido relaciones sexuales con sus feligreses. De delictis gravioribus o “sobre delitos más graves”, es una de las cartas del Crimen sollicitationis, que un día llegó a convertirse en instrucción. No digo esta información porque esta semana pretenda aburriros, sino porque el Derecho canónico está en boca de todos últimamente. Os explico:
Todo empezó cuando, hace unas semanas, comenzó a filtrarse a la opinión pública una serie de testimonios sobre curas alemanes que presuntamente habían abusado de menores. Aquello caldeó el ambiente por lo que el Vaticano decidió comenzar una especie de campaña para hacer ver a la prensa que se toman enserio lo de que sus compañeros digan demasiado aquello de “dejad que los niños se acerquen a mí”. Aquello, naturalmente, llamó el interés de gente con ganas de escarbar entre la mierda del Santo Oficio, y nuevos casos comenzaron a surgir como si se tratase de propiedades en el aloe vera, o en Julián Muñoz. El caso es que la postura del Vaticano comenzó a cambiar y pronto aparecieron varios arzobispos y cardenales dispuestos a decir que todo aquello formaba parte de una campaña de desprestigio contra Benedicto XVI, mientras que otros no dejaron pasar su oportunidad de aparecer como ignorantes de todo aquello y comenzar a disculparse a diestro y siniestro hasta por haber adulterado el agua bendita con Font bella. Pero los cimientos de la investigación ya habían fraguado y la bomba no tardó en aparecer esta misma mañana cuando descubrimos que, en propias palabras de ElPaís.com: “Ratzinger calló ante las denuncias contra el abusador de 200 niños”.
Así es, Lawrence Murphy, un sacerdote que trabajó como educador de niños sordos entre 1950 y 1974, abusó durante estos más de veinte años de doscientos niños sordos. Pero esa no es la noticia de la polémica. Más gente con ganas de investigar descubrió que ya había antes referencias a este hijo de puta, más concretamente en 1996, cuando el arzobispo de Milwaukee envió varias cartas en las que informaba sobre los abusos cometidos por Murphy a dos altos cargos de la Congregación para la Doctrina de la Fe (anteriormente Sagrada Congregación del Santo Oficio), los cuales dejaron sin responder las cartas de su compañero, tratando de tapar el caso. Uno de ellos era el actual secretario de estado y número dos del Papa, Tarsicio Bertone; ¿hay algo peor? ¡Pues sí! El otro alto cargo fue el antes prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ahora Sumo Pontifice, Joseph Ratzinger.
Estos dos iguales para hoy trataron de ponerse vaselina para suavizar el golpe antes de que llegara, diciendo que se ordenó un juicio secreto en el que se debatía la expulsión de Murphy, pero que fue paralizado cuando el propio aludido escribió a Ratzinger pidiendo que le “dejaran morir en paz”. De modo que el resultado fue declarar que el acusado estaba “demasiado viejo y enfermo”, por lo que al parecer hicieron gala de una gran piedad, piedad que no parecen querer tener con los doscientos niños sordos.
Como el Vaticano es un estado, tiene su propio periódico, L’Osservatore Romano, que, al igual que todos los periódicos de todos los países, opina por sí mismo, pues negaron estas acusaciones que ayer presentó The New Yorker en exclusiva, y lo disfrazaron como “un evidente e innoble intento de golpear, a toda costa, a Benedicto XVI y sus colaboradores”. El portavoz de la Santa Sede, que de santa tiene poco, Federico Lombardi, también trató de arrojar la pelota fuera de su tejado escudándose en supuestos vacíos legales del Derecho canónico. Parece que no va a haber voz que hable por las víctimas dentro del pequeño estado.
Ante la evidente culpa del Papa y su número dos, en todo el mundo miembros del clero se unen a la polémica y acusan a su superior de ignorar las evidencias, pero ellos mismos prefieren delegar responsabilidades antes que actuar. Parece que Ratzinger también quiso delegar en su jefe, pero este no está por la labor últimamente.
¿A dónde nos lleva todo esto? Pregunto mientras veo a un montón de religiosos en sus púlpitos tratando de dar respuestas fáciles tras un camino difícil. Porque la cosa no pinta nada bien si el mismísimo portavoz del clero lleva dando vueltas a la plaza agitando los brazos y tarareando “el corro de la patata” desde que le preguntaron por los niños violados. Pero también iba mal en el momento en el que su espectro comenzó a crecer y empezaron a predicar la gracia del Señor a latigazos con ayuda de la institución religiosa que inventó el sado, y ya sabéis a quienes me refiero. A día de hoy la Iglesia se encuentra en pleno declive, al parecer gracias a Dios, y en lugar de torturarnos, insultarnos, humillarnos y arrancarnos la piel a tiras para que vayamos al cielo, nos piden que engrosemos sus arcas con nuestros impuestos. Pero parece que no se les va a acabar el chollo mientras el Gran Jefazo siga escondido en su gran palacio de su pequeño país rodeado de obras de un valor incalculable mientras los niños por los que tanto predica, o bien mueren de hambre, o bien son violados por sus congéneres.
En fin, que este no es el futuro que nos prometieron, con trajes de hojalata, aerodeslizadores y comida liofilizada (o lo que cojones quiera decir eso), parece que cada día les interesa más que la cosa no avance, parece que han encontrado su época y quieren quedarse a toda costa, y yo me pienso reír también a toda costa, así que me despido con un chiste: ¿Por qué el Papa es el único cura que no cree en el cielo? Porque no cree que pueda existir una vida mejor.

Adiós.


Os extrañará que en esta ocasión el título no sea media pregunta capaz de dar vergüenza ajena hasta al profesor de lengua más estúpido. El caso es que el pasado sábado 12 de Marzo del 2010, a primera hora de la mañana, fallecía en su casa no solo uno de los personajes más ilustres de Valladolid, sino una de las figuras más importantes de la literatura del siglo XX: Miguel Delibes.
Quizás ha pasado ya mucho tiempo para esta especie de panegírico, pero no podía dejar pasar algo así dando prioridad a una noticia como, por ejemplo, la posible subida del IVA o la liberación de Luis Roldán. Y es que Miguel Delibes era alguien muy importante para cualquier persona que dedicara parte de su tiempo a escribir, ya sea una enorme saga o las etiquetas del champú, pasando por este pequeño espacio en la red. Su obra es un enorme recipiente de paisajes castellanos e historias desde enrevesadas hasta de gran crudeza y reveladoras de las más bajas pasiones. Podría decirse que la obra de Delibes es un tapiz enorme, rico y variado, donde se entretejen historias del medio rural y los estragos de la posguerra (Las ratas, El camino), grandes y profundas luchas internas en busca de la esencia de lo que somos (La sombra del ciprés es alargada, Cinco horas con Mario), la más pura esencia de la desigualdad de clases (Los santos inocentes), la crítica a las grandes estupideces de la raza humana (Mi idolatrado hijo Sisí), e incluso una época lejana con personajes que luchaban por unos objetivos aparentemente distintos pero familiares en su esencia (El hereje). Este no es un artículo biográfico, ni me pienso centrar en repasar su vida y en repetir una y otra vez frases vacías. Lo que sí diré es que esta pérdida hace que cualquiera que se dedique a crear cualquier cosa tenga que verse obligado a seguir con resignación, y plantar cara a la cruda realidad, en la que el mundo no se detiene ni un solo segundo ante la muerte de quién sea, por mucho que los medios de comunicación intenten justo lo contrario (a día de hoy sigo temblando cada vez que alguien nombra a Lady Di). Puede que ese sea el motivo por el que todo el mundo quiere crear algo, dejar su impronta en algún sitio, escribir su nombre al mear, porque cuando su vida se apague podrán dejar algo que deje constancia de su paso por el mundo, como si en realidad no hubiera muerto del todo. En ese caso, Delibes vivirá otros cinco o seis siglos más.
Recuerdo la primera vez que leí un libro de Delibes. Yo tenía doce años y lo único que solía leer eran las chorradas de R.L. Stine (también leía de vez en cuando algún Jueves que le conseguía robar a mi tío). Entonces, otro familiar me regaló El hereje. Yo estaba muy contento porque era, por así decirlo, mi primer libro de adulto (también en parte porque estaba hasta los huevos de las gilipolleces de R.L. Stine, que daba más risa que miedo), así que lo leí en una tarde. Una de las cosas que sentí fue mucho asco por ciertos pasajes, pero era normal, porque con doce años la imagen mental del sexo con Bud Spencer pero en mujer pelirroja o aquella descripción del parto no eran muy evocadoras. Sin embargo no tardé en apreciar que así era el estilo de Delibes: la cruda realidad sin pelos en la lengua, y unas historias que, al contrario que muchos otros escritores con el culo empapado en la saliva de críticos oportunistas, empezaban desde la primera palabra. Muy pocos de los escritores de la fama de Dan Brown o Ken Follet sabrían desarrollar una historia inventada y a la vez tan perfectamente creíble, porque también recuerdo otras de las “novelas de adulto”, como las más famosas de los susodichos escritores, que bien merecerían estar criando polvo en el almacén de la librería más infructuosa.
E aquí el gran problema: los “grandes escritores de la actualidad” no saben escribir. ¿Por qué sus obras son best-sellers entonces? Muy fácil, lo que vende no es la calidad, sino el gancho a ciertos grupos. Tenemos, por ejemplo, a Stephanie Meyer, una escritora que ha escrito la friolera de cuatro libros sobre uno de los temas más manidos pero a la vez con más cuerda que pueda llegar a existir: criaturas sobrenaturales. Tienes vampiros adolescentes y hombres lobo que llevan generaciones en guerra y viven agrupados en familias bajo el mando de criaturas tan viejas y poderosas como la misma noche. Dicho así suena como si te invitasen a ver en primera fila un combate entre King Kong y Godzilla, pero cuando ves que el resultado es una saga de ¡¡CUATRO LIBROS!! Sobre los líos amorosos de una joven lo que se te viene a la cabeza son dos cosas:
- Alguien se ha pasado fumando crack.
- Ese mismo alguien hasta las cejas de crack se ha dado cuenta de que en su pasado tuvo grandes carencias afectivas y para solucionarlo tiene que hacer una novela romantica y pseudo-sobrenatural.
¿Por qué vende? Porque cualquier mujer suspiraría porque un pretendiente guapo y eternamente joven la susurrase palabras de amor al oído y a la vez la llevase en brazos a correr aventuras en las que su vida corre todo tipo de peligros pero ¡da igual! ¿Para qué te vas a preocupar por tu seguridad teniendo como pareja a un joven casi todopoderoso y que además está forrado?
Otro de los autores “célebres” es el también fallecido Strieg Larsson, autor de otra trilogía bastante más interesante pero que solo se puede leer una vez: Millenium. Puede que dentro del mundo de los best-sellers y los thrillers, sea de lo mejorcito (sobre todo comparado con Dan Brown), pero, como ya he dicho, es para un solo uso. Yo salí muy picado de la librería con Los hombres que no amaban a las mujeres bajo el brazo, y la primera vez que lo leí casi se me salió el corazón del pecho. Sin embargo, un día el aburrimiento me hizo caer en el error de leerlo de nuevo, y lo que en una ocasión fue “¿Cómo puede alguien hilar esta trama tan enrevesada de una manera tan genial?” se convirtió en “¿Pero cómo pueden ser tan gilipollas de no darse cuenta?”. Ese despropósito carente de sentido te hace llegar a una falsa sensación de satisfacción con lo leído y la rapidez de los cambios de argumento te impide ver lo que en realidad tienes entre manos: una chorrada de veintidós euros.
Sin embargo, Miguel Delibes no adornaba sus historias de forma innecesaria, ni desmerecía el argumento o la profundidad de sus personajes. Ese es solo uno más de todos los motivos por el que echaremos de menos a uno de los pocos grandes autores que quedaban en el panorama, pues, aunque su enfermedad le impidió continuar escribiendo durante los años previos a su fallecimiento, era tranquilizadora la presencia del sabio en la ciudad, como una débil chispa en lo que un día fue una llamarada.
Sin más, decir que todos recordamos aquellas palabras tuyas para lo que sería tu epitafio: espero que Cristo cumpla su palabra. Incluso hasta los ateos pensamos que ojalá lo haga. Una vez dijo alguien sabio que “no se muere hasta que el mundo no te olvida”, pues, aunque la SGAE va a intentar todo lo contrario, no te olvidaremos.

¿Existe…

…la libertad de expresión? Si, si, como lo oís… bueno, como lo leéis. Puede parecer una bobada pero yo me hago esa pregunta con bastante frecuencia. Pero vamos a imaginar que redirigimos esta pregunta a, por ejemplo, ese borracho cincuentón que no puede mantener el equilibrio sin estar sujeto a la barra, y aun así, le cuesta lo suyo. Si se lo preguntamos a ese hombre, seguramente su mirada se perderá en el infinito, y con voz ronca y aguardentosa nos dirá:
−Eso es un cuento chino para sacarnos los cuartos, una patraña… ¡un complot!... creo que me he meado encima.
Pero si volvemos a trasladar la pregunta, esta vez hacia un objetivo perteneciente a la clase política, su respuesta podría variar entre “por supuesto, y es uno de nuestros objetivos más primordiales defenderla a ultranza” a “sí, pero no hay que confundir libertad con libertinaje”, estas dos respuestas, que por otra parte sueltan un olorcillo bastante rancio, varían según los patrocinadores del partido político en cuestión, porque la única diferencia entre un partido político y un equipo de futbol es que sus miembros no van con el sponsor en las americanas.
Sin embargo, hay un objetivo hacia el que me gustaría disparar mi pregunta si tuviese la oportunidad, ¿que quién es? Un personaje tan entrañable como gracioso: Alfonso Ussía.
Al lector más avezado ese nombre le resultará familiar por aquella campaña de desprestigio que se llevó desde Telemadrid y sus simpatizantes hacia el Gran Wyoming, y que en LaSexta se recuerda ya con una nostálgica sonrisa. El ya mencionado periodista (al que por lo visto le gustaría ser humorista), acumula ya unas cuantas actuaciones polémicas, a citar:
- Desvelar que fue TVE quien sobornó a los jurados de Eurovisión para que ganase Massiel.
- Su “repugnancia” ante “la ley por permitir el asesinato del “nasciturus”” (ya os he dicho que es un cachondo, esto traducido viene a ser que le repugna la ley del aborto)
- Como ya he dicho antes, su participación en la campaña de desprestigio contra el Gran Wyoming con motivo de la agresión a Herman Tertsch.
- Sus cariñosos apelativos hacia el también periodista Fernando Delgado por ciertos comentarios hacia él y otros periodistas tras los lamentables sucesos del 11 de Marzo del 2004. Lo más cariñoso que le llamó fue “miserable”.
- Su reciente y estelar crítica a unas mujeres que se manifestaron semidesnudas. Al parecer, el señor Ussía decidió que la noticia de aquel acontecimiento estaba en que las mujeres eran “horrorosas”, “malolientes”, que “nadie podría acercarse a ellas sin una máscara anti-tóxica” y que “cualquier hombre que se atreviese a fornicar con ellas tendría que ser reconocido como héroe”.
Y unas cuantas más. Sin embargo, he decidido detenerme en una de sus escaramuzas que me ha interesado bastante, dejad que os ponga en antecedentes:
El conocido actor español Guillermo Toledo, tras la muerte del preso cubano Orlando Zapata, declaró que el fallecido “era un delincuente común, ni siquiera era un disidente político”. Al parecer, esta fue también la versión del gobierno cubano. Esta coincidencia de versiones ha sido el desencadenante de un linchamiento público por parte de, entre otros... si, amigos, Alfonso Ussía y el diario La Razón.
El artículo comienza con un título más que revelador “el estalinista”, y continúa con lindezas como “decaído cómico”, “se ha despachado a gusto con un disidente”, “farsante”, “incoherente” o “son para vomitar (él, Pilar Bardem y el Gran Wyoming)”. El artículo viene a decir que Willy es el enemigo público número uno, que puso a parir a un mártir al que deberían hacer santo y socio póstumo del Real Madrid como mínimo, pero que bien que se aprovechó de Aminatou Haidar, quien por cierto tiene mucho cuento, además, estaba junto a los titiriteros de turno, y finalizaba con que menos mal que era actor, porque si fuese alguien importante todos estaríamos muertos… sí, creo que es un buen resumen. Ahora entendéis mejor la pregunta del principio, ¿no?
A ver, por dónde empezar… supongamos que en un país tan oprimido, caótico y con tanto marketing oportunista como Cuba, con una situación tan difícil, no fuera tan fácil opinar a tientas. Es decir, la opinión pública dirige la opinión sobre la isla centrándose en dos cosas: una es que Cuba era el patio de atrás de Estados Unidos, donde hacían lo que les daba la gana y Batista era un muñeco de paja, hasta que llegó la revolución y Fidel Castro se asentó en el poder… la pregunta es: ¿cómo está Cuba ahora? ¿O como estaría? ¿Tienen que resistir o capitular ante la presión norteamericana? Seguramente todo el mundo tenga su propia respuesta, pero, pensándolo bien, ¿a que no es un tema que se resuelva en cinco minutos? El problema es que las riendas de la opinión pública están en la mano de quienes quieren hacernos creer que si dependiera de ellos, el mundo ya estaría arreglado.
Por otra parte, en Cuba hay un totalitarismo, hay gente que lo está pasando realmente mal y, aunque no es un tema con el que se pueda frivolizar (manía que parece estar pasando de los directores de documentales oportunistas a los periodistas y columnistas de opinión MUY oportunistas), no es algo que se pueda dejar aparcado como si tal cosa.
Contemplando estos dos puntos de vista, aquí tanto el actor que responde, no sin razón, que Orlando Zapata es un muerto, y merece un respeto, pero no es un mártir de los deseos de occidente, ni merece ser tratado como tal.
Vayamos ahora al turrón. Alfonso Ussía se aprovecha de esta opinión para dar un buen golpe de efecto y publicar algo que no deje a nadie indiferente. Problema: como profesional que es, no puede pasar por alto el rigor periodístico, pero tampoco puede pasar por alto la oportunidad que se le ha presentado para desacreditar todo lo posible al actor y despertar en las conciencias de sus lectores el germen de la “democracia”. Solución: para salvaguardar el rigor periodístico sin perder de vista sus objetivos, lo que Alfonso Ussía ha hecho ha sido pasarse las palabras “rigor periodístico” por el forro de los cojones. ¿Cómo? Con mucho humor, porque Alfonso Ussía es un cachondo, y si tiene que decir que Guillermo Toledo es un rojo de mierda y un demagogo, lo camufla como falta de coherencia con hechos tan trascendentales como que sí que dio la cara en un suceso aislado.
Ese es el motivo por el que me gustaría tener en frente al Alfonso Ussía de turno y preguntarle si en realidad existe la libertad de expresión o si solamente es un espejismo, si todo es tan democrático como él quiere hacer ver a su público, y si en realidad Willy Toledo es tan malo malísimo que debería tener el pelo de Llamazares.
En fin, que todo esto ha abierto mi apetito de libertad y democracia, así que voy a pasarme a esRadio para que alimenten mi cerebro con su perorata anti-y-a-la-vez-pro-hedonista mientras desayuno… os voy a dejar un par de imágenes para que veáis lo bonita que es Cuba, pero tenéis que verlas mientras escucháis la canción aquella de Aladdin que decía: “un mundo ideaaaaaaal”. Si después hay alguien que siga con ganas de frivolizar sobre el tema, que se ponga en contacto con Alfonso Ussía, que creo que con esto tiene hasta que se jubile.



Seguimos con…


…la mala educación. Si, a lo Pedro Alomdovar… pero sin transexuales… creo. Si la semana pasada nos conquistó el niño de la peineta, que cantar no canta mucho pero lo que es dar el cante se le da de vicio; a uno que tampoco canta demasiado (como decía mi abuelo: tiene poca voz, pero desagradable). Me estoy refiriendo al ya archiconocido John Cobra. Os pondré en antecedentes: esta semana se ha celebrado la gala en la que se elegiría al candidato definitivo para ir al festival de Eurovisión, presentado por Ane Igartiburu. Hablando de antecedentes, John Cobra, uno de los participantes, recibió numerosos abucheos del público cuando estaba interpretando su tema “Carol” (si, por desgracia estaba cantando), cuando los abucheos del público hicieron que perdiese la letra, y se dijo “ya que he perdido la letra, pierdo también los papeles”, y al más puro estilo Jesús Gil, dedicó a sus detractores lindezas como “me vais a comer la polla”, “agarrad de esta”, “comedme la polla”, “me suda la polla”, y muchas más cosas que acababan en “olla”. Para rematar la función, quiso saludar a sus votantes con un “¡Viva Forocoches!”. Supongo que los de Forocoches dirían “ya no hacía falta, majete”.
Hay varias cosas que me gustaría remarcar. Lo primero, John Cobra es un rapero excepcional, no solo interpretó su tema (sorprendente que todos los verbos en infinitivo y participio rimen… ado con ado rima de lujo), que también hizo rimas con sus insultos:
− Comedme la polla/ me vais a comer la polla/tiradme de la polla/me vais a comer la polla.
Dale eso a Eminem, a ver que hace.
También quiero subrayar el hecho de que John Cobra no era un personaje desconocido, sino que tenía un montón de videos en los que demostraba su maestría tanto física como interpretativa. ¿Qué esperaban los de TVE que iba a pasar?... Claro, que el director de RTVE tiene más de ochenta años, seguro que le dijeron que mirara en el Youtube y dijo a su nieto:
− Anda hija (porque los abuelos acaban llamando siempre a sus nietos en femenino), mirame a ver lo del interné ese, que yo no veo… en mis tiempos era otra cosa, en mis tiempos cogías el carromato y te ibas al teatro a ver una zarzuela de Calderón.
Y el nieto:
− ¡Abuelo! ¡El Iniston!
El caso es que llevaron a este personaje al programa a sabiendas de que podía pasar esto, y no solo eso, sino que el público comenzó a abuchearle y luego se quejó de la falta de respeto. Eso es algo muy hipócrita, es como si se hiciese un concierto benéfico y la SGAE reclamara parte del dinero… un momento, he tenido un déjà vu.
Otra cosa que me gustaría remarcar es que Ane Igartiburu no sabía dónde meterse. Claro, es vasca, pero el carácter debe ser heredado de las provincias francesas. Ella estaba allí intentando controlarle diciéndole “cariño”, “relájate”, “tranquilízate”, cuando está claro que, con la voz tan dulce que tiene, podría haberle dicho “corazón, me voy a cagar en tu puta vida”, y John Cobra lo habría tomado hasta por un halago.
El caso es que todo esto es una prueba fehaciente de que la semana pasada teníamos razón y, como diría un sabio “la cosa esta muy maaarl” (imitar a Chiquito por escrito: una experiencia inigualable). Pero todo esto me ha dado que pensar sobre Eurovisión.
Eurovisión es un festival anual europeo en el que un cantante de cada país canta una canción, y luego, a votación popular, se elige al mejor… y como en todo espectáculo, hay un guiño cómico, papel que está cumpliendo España con gran dedicación y esmero. España en Eurovisión es el guiño cómico, como Robert Duvall en Apocalypse Now, James Caan en El Padrino, o Jimenez Losantos en los medios de información en general.
Hay quien dice que España empezó en esto con Rodolfo Chikilicuatre, pero eso sería menospreciar a profesionales como Micky, Karina o Mocedades, que también fueron muy graciosos. El caso es que, la tradición del guiño cómico se basa en que a veces da resultado, como con los finlandeses Lordi, que dieron a Finlandia su primera victoria (lo cierto es que puede ser que los miembros de Lordi fueran los que más idea tenían de música de todo el recinto, pero les perdían las formas), hay que imaginarse al que presentó el proyecto:
−Señor, tengo a los que nos van a dar la victoria.
− ¿El HJK Helsinki?
−De futbol no, además, creo que la Champions la va a ganar el Arsenal. Estoy hablando de Eurovisión.
−Bah
−No, enserio, tengo a los triunfadores.
−Está bien, te escucho.
−Lordi.
− Que pasen.
Y la secretaria diciendo:
−A ver, que pasen los desequilibrados.
Al cabo de unos minutos, los servicios sanitarios se llevaron al concejal de ocio y tiempo libre en volandas mientras éste pedía a gritos a un exorcista.
Pero, aunque este caso fue sonado, me refería a una ocasión anterior, en el que España ganó el festival con este método. La concursante era Massiel, una concursante escogida a última hora. Un ministro del franquismo entró corriendo en un bar y gritó:
− ¿Quién se viene a Eurovisión?
Y Massiel, desde la barra, respondió:
− Yo mishma, mashiote.
−Estupendo, salimos en diez minutos.
El tema escogido fue una versión española del clásico “With a Little help from my friends”, pero la cosa se torció. Entre que el viaje fue a Alemania y era desde España, sumando el copazo que se metió en el avión porque decía que se mareaba, salió al escenario dando tumbos, agarró el micrófono y, tras un eructo, gritó:
− ¡Vamos todos! ¡la-lalala-lalala-lalala!
Aquello causó furor. Y claro, animó tanto el cotarro que ganó. Así que, para celebrarlo, se fue de fiesta con los jueces. La encontraron a los seis meses en una calle de Berlín vestida de bavara, y la trajeron a casa, con su correspondiente copazo para el mareo.
En fin, espero que este somero análisis os haya servido para comprender un poco el festival de Eurovisión, y para pensar que la hipocresía no es buena. Señores, no hace falta escoger a una Karmele Marchante o a un John Cobra, a los que en realidad la música les importa más bien poco y solo quieren lucirse, ocupando el lugar en los medios que podrían haber ocupado personas que en realidad quisieran hacer música y ser reconocidos por ello. No hace falta elegir a frikis que solo quieren su minuto de gloria, porque, amigos, España necesita vuestra confianza, porque éste país no necesita ayuda para hacer el ridículo… ah sí, y, con todo mi cariño: ¡Me vais a comer la polla! ¡Hasta la semana que viene, amigos!

Si naciste pa’ martillo…


… del cielo te caen los clavos. Pues a los alumnos de la Universidad de Oviedo les ha caído uno pequeñito y con mala leche, pero que pesa como una losa. No, no me refiero a que hayan subido el precio del tabaco a pocos días de los exámenes, me refiero a un señor con bigote, que, por cierto, cada vez se parece más a cierta parte del cuerpo en ciertas películas… el bigote, digo.
Parece que en el PP y “aledaños” la cosa no está para bromas. Hace poco todos pudimos disfrutar del amplio léxico de doña Esperanza Aguirre (Vamos con el número uno de los 40 acojonates, titulado: “Hemos tenido la suerte de poderle dar un puesto a IU quitándoselo al hijo puta”), y aunque todos nos preguntemos quién es ese compañero de partido al que Espe quiere tanto, no nos ha dado tiempo ni a abrir la boca, pues, esta vez el protagonista de la foto, hacía de nuevo gala de una educación pasmosa. Si, Jose María Aznar, “Jose Mari” para los amigos, “el cerdo ese” para Marta Nebot, saludaba de esta manera a los alumnos de la Universidad de Oviedo, lugar a donde iba de visita. ¿El motivo? Una frase que podría poner de los nervios a cualquiera: “Jose Mari presidente”… lo que nos faltaba.
Al parecer, esa frase fue la que utilizaron unos alumnos de dicha universidad para manifestarse contra la presencia del ex-presidente y ex-amigo de otro ex-presidente ex-humano. Parece ser que los jóvenes manifestantes tenían preparada su actuación, pues le recibieron con pancartas, varios de ellos entraron en el mitin, y a la salida le dieron esta original despedida. Evidentemente, Aznar estaba más caliente que la entrepierna de un personaje de Física o Química, y respondió así a la despedida de los manifestantes. Este gesto ya es conocido como “la peineta de Aznar”, que parece el nombre de una película de Lola Flores.
No se conocen aún declaraciones del niño de la peineta, pero tampoco hay demasiado que declarar. Lo único, que vuelva y diga:
− Sus voy a meter dos yoyas que os van a temblar las orejas.
El caso es que estos incidentes dan que pensar: ¿Qué pasa con el PP… y alrededores? ¿Por qué tanta mala folla? ¿No les sirven All Bran en los desayunos del congreso? Y lo más importante ¿Quién es el estilista de Aznar? Porque este hombre se está convirtiendo en todo un latin lover.
Para resolver estas dudas, salvo la última, ya que podré vivir sin saberlo, me he puesto a pensar en la ira, y he llegado a la conclusión de que vivimos en una sociedad encolerizada. El otro día pensaba en esto mientras daba un paseo, hasta que un yorksire, ya sabéis, estos perros-patada, empezó a ladrarme. La vieja que le llevaba me miró y se puso como una moto:
− ¿Pero que le haces a mi perrito, hijo de puta?
Aquello se complicó. Vaya espectáculo, empezó a cogerme de los pelos, yo la tiré de la faja, que hay que ver cómo están de enérgicos los ancianos, mi abuelo, una vez, estaba en el tejado de la casa del pueblo tapando unas goteras con mi padre. El caso es que se resbaló y se cayó a la calle, pues el tío se levantó, se sacudió el polvo y dijo:
− Ay que ver qué golpe más tonto.
¡Y se volvió a subir!
Bueno, el caso es que vivimos en una sociedad dominada por la ira. No sé si será la crisis, las antenas de los móviles o la canción de Karmele Marchante, pero no hay quien lo soporte. Vas a comprar el pan y está la gente en la cola con una cara de Al Capone que te da miedo hasta entrar.
− ¿Quién es el último?
− ¿Pues quién va a ser? ¡Tú, gilipollas!
La gente está mal, el “hermano mayor” y la “super nanny” no dan abasto, y eso que el hermano mayor debería tener fuelle, que fue medallista en waterpolo. Pero donde de verdad se nota esta ira contenida, esta crispación, es en dos ocasiones. Una de ellas es coger el coche.
Es coger el coche y entrarte unas ganas de repartir hostias como si te hubiera poseído Rouco Varela. Yo creo que Gandhi, si, si, Gandhi, el pacifista aquel que iba en pañales, autor de frases tan célebres como:
− Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.
Era coger el coche y empezar:
− Me cago en la hostia puta… ¡Aparta de ahí imbécil!
No sé que tiene conducir, que saca todo lo que tenemos dentro. Hitler empezó así. Cogió el coche un día, pasó un judío caminando por delante, dio el frenazo y ya empezó:
− ¡Juden, Cabrón!
La otra ocasión es, quizás la más temida: el futbol. Si haces una cena familiar, uno es del Madrid y el otro del Barça, diversión asegurada, solo hay que asegurarse de comer con cubiertos de plástico.
El otro día estuve viendo un programa deportivo… ¡Cuyo nombre no voy a decir y Punto Pelota! Y entraron un periodista que trabajaba en el Marca y otro del Mundo Deportivo. Pues no se sacaron los ojos con sus propias manos de milagro. Parecían dos amigos míos hasta arriba de cañas… ya dijo alguien una vez, y si no lo digo yo ahora, que en este país si vuelve a haber una guerra va a ser por futbol.
En fin, que, como dijo el gran sabio y pensador, el Chavo del 8, “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Solo he de decir que los que dicen que la violencia no conduce a ninguna parte son unos mentirosos, porque la violencia si conduce a alguna parte: al calabozo más cercano. Así que, si no eres violento, sigue así, pero si eres violento, espero que recapacites y cuentes hasta diez… y si decides tomar el camino de la violencia, los náufragos no somos gente rencorosa, así que te deseo de todo corazón que no seas de desgarro fácil.

When a man…


… loves a woman… o no, porque se puede amar cualquier cosa. Si, amigos, este viernes no es un viernes como otro cualquiera, lo cual tampoco debería justificar este artículo, pero como estaba deseando hacer algo así, os vais a tener que aguantar… ¿Que a qué me refiero? Queridos lectores (o lector) (o lectora) (o spam), este domingo es el día: ¡¡EL DIA DE LOS ENAMORADOS!!
El día de los enamorados me evoca variados recuerdos, y podría decirse que todos los he vivido desde todos los puntos de vista: enamorado pero sin pareja, enamorado y con pareja, desenamorado y sin pareja, incluso desenamorado y con pareja (este fue el más aburrido de todos), y lo único que puedo asegurar es que el día de San Valentín es una mezcla entre mala promoción, consumismo… y asco, si, como Ramoncín (jaja, primer chiste sobre Ramoncín del año… y lo que te rondaré morena).
Y pienso yo, ¿Qué sería de San Valentín sin eso tan difuso, etéreo e intangible llamado amor? Pues seguramente sería igual, solo que se llamaría diferente, pensadlo: un día en el que, para conseguir una recompensa sexual, un tipo regala algo a su novia… ¡Claaaro! El día de las prostitutas:
− ¿Sabes qué día es hoy?
− ¡Sí! ¡Hoy es San Malena Gracia! (Habrá algún listillo que diga “No es san, es salta”, pues para vuestra información, sobran las explicaciones sobre por qué no ponemos “santa”)
Podemos incluso plantearnos otro ejemplo: un día en el que se hace un regalo que de manera velada implica una recompensa:
− ¿Sabes qué día es hoy?
− ¡Sí! ¡Hoy es San Cachuli!
En fin, sigamos hablando de cosas que dan asco, porque toca hablar del amor: el amor es como la varicela, tarde o temprano acaba llegando, y como todos lo saben, el señor capitalismo decidió que ponerle una camiseta con corazoncitos a la reproducción en miniatura de un oso para que un tío consiga sexo con, porque es evidente que no hay criatura que incite más al amor que un oso (saliéndome un poco de la temática del artículo, tengo un amigo que dice que lo mejor que se puede hacer cuando te cruzas con un oso, es tirarte a su pecho y agarrarte, porque dice que los osos no tienen codos y no te pueden alcanzar desde esa posición… ¡Claro! Lo primero que se me pasa por la cabeza cuando veo a un oso de casi tres metros de altura y capaz de destrozar un esternón humano de un zarpazo es tirarme a su pecho y abrazarle… porque cabe una remota posibilidad de que sea cierto, pero, ¿Quién ha sido el que lo ha comprobado? ¿Quién ha sido el valiente? Solo se me ocurren dos personas que puedan haberlo hecho, una es Clint Eastwood, que tiene casi ochenta años; y la otra es un personaje que solo existe en los cuentos infantiles y en la imaginación: Sylvester Stallone, porque no puede existir en realidad alguien tan gilipollas).
Yo con mi novia me pasé mucho tiempo pensando en cómo acabaría la cosa. Nunca supe si lo nuestro acabaría bien o, por el contrario, acabaríamos casándonos. Me pasé más de dos años con ella… si, es que quería comprobar si lo nuestro iba enserio. Era una chica realmente singular, de las que te invitan a cenar y ¡Sorpresa! ¡Tus suegros! No sé que era peor, cuando cenábamos y estaban sus padres, o cuando no estaban sus padres, y era ella quien preparaba la cena y te invitaba a cenar. Tengo ese San Valentín grabado a fuego, cuando llegué a su casa y me dijo:
− ¡Que pronto llegas! Pues a la ensalada la quedan unos minutos en el horno.
Os aseguro que llegué a replantearme mi sexualidad mientras ingería aquella ensalada quemada y aquel estofado de carne con kétchup porque se le había acabado el tomate en la ensalada y “total, sabe igual”.
El caso es que con ella los días de San Valentín eran especialmente vividos, porque tenía una especie de carencia afectiva… de pequeña su amigo imaginario la pidió que se tomaran un descanso para conocer gente. Aunque ya se le veía venir desde lejos, al principio la cosa era así:
− ¡Hola cariñito! –Se debía creer que era su hermanita en vez de su novio.
− ¡Hola, mi vida!
− ¿Me quieres?
− ¡Te adoro!
− ¿Y sabes qué día se acerca?
− ¡Claro que sí! Y tengo una sorpresita…
− ¿Cuál?
A partir de ese “cuál” ya estaba en mi terreno.
− ¡Ah, ya lo verás!
− Venga, dímelo.
Aquello solía llevar a un tira y afloja empalagoso en el que parecer un auténtico imbécil me llevaba a una estupenda ración de cama. Esto que habéis visto no es otra cosa que los principios de una relación, cuando sufres esa enfermedad que te hace verlo todo maravilloso. Que íbamos juntos por las calles, veíamos a un perro enfermo vomitando y decíamos “¡Oooooh, que bonito!”. Pero como todas las parejas pasan de la asquerosidad a… la asquerosidad… pero en grado sumo, la cosa se acabó poniendo así:
− ¡Hola cariñito!
− ¿Qué?
− ¿Me quieres?
−… si
− ¿Y sabes qué día se acerca, cariñito?
− ¡Sí! Y no me llames así, soy tu novio, no tu gato.
− Bueno, que me perdone el señorito, ¿Pero me vas a regalar algo por San Valentín o no?
− ¡Por supuesto! Un corre-que-te-cagas.
Porque esa es otra, el regalo tenía que ser por lo menos un collar, un vestido caro-que le guste-que sea de su talla-y con el que pueda enseñar las tetas sin dejar de insinuar, o el original de “Titanic” firmado con la sangre de Di Caprio. Y ya no es solamente porque si el regalo no le gustaba ponía la cara de Harry “El Sucio” y decía:
− Que bonito.
Ese “Que bonito” significaba “y encima esperará mojar el gilipollas”. Sino que también era porque cabía la posibilidad de que ella te hubiese hecho un regalo perfecto y tú te presentases con la pulsera de cuero que te vino con el “Mundo Deportivo”, porque la cara de gilipollas puede llegar a ser más o menos de las mismas proporciones que la hostia que te vas a llevar. Sin embargo, y pensando que vas a quedar genial, llegas con tu esclava de plata donde está grabado “cariñito y cariñita juntos forever and ever and ever… “, hasta que se acabó el espacio para escribir, que el grabado le da tres vueltas a la pulserita. Llegas con la esclava y ella te ha comprado una mierda de cajita de plástico para llenarla de arena y peinarla con un rastrillo, y la excusa que te da es que “es muy exótico y sirve para relajarse”.
Al final lo acabamos dejando, el amigo imaginario volvió y la dijo que ya se habían dado un tiempo y ahora estaba seguro de sus sentimientos. Jeje, ahora les va bastante bien… creo que está muerta.
En fin, que no hace falta un día para demostrarse amor cuando tienes el resto del año para hacerlo. Si trescientos sesenta y cuatro días os los pasáis discutiendo, de nada sirve haceros un regalo un día y esperar que todo se arregle. Además, el amor tiene muchas formas y se manifiesta constantemente, como decían en aquella película romanticona, “el amor hoy en día está en todas partes”, peeeeeero, si eres de esas personas que no puede pasar un San Valentín en soledad, lo mejor que puedes hacer es amarte a ti mismo… toda la noche.

Día 115:


Algo me ha despertado. La cueva tiene un toque hogareño que me hace sentir orgulloso de mí nuevo y provisional hogar, pero hay algo que me escama. No sé qué es lo que está pasando ahí fuera pero pondría la mano en el fuego a que algo se mueve entre los árboles. Suelto un grito de dolor. Sin darme cuenta, he puesto la mano sobre la hoguera de verdad.
Soplando las quemaduras de la mano mientras me acuerdo de aquella canción infantil que decía “cura sana, culito de rana…” y más cosas que no recordaba, abro la puerta de la cueva y salgo. Ya es de día, pero calculaba que aun era demasiado pronto, las once o las doce del mediodía… solo un loco se levantaría tan pronto.
Durante toda la vida al ser humano le ha preocupado la seguridad… bueno… al capitán del barco no le preocupó demasiado, fe de ello daba el encallado crucero que estaba empezando a coger un color cobrizo a causa del óxido. El caso era que, después de tanto tiempo allí me había dado cuenta de que no me había dado cuenta de lo inseguro que era estar solo en aquella isla desierta, lo cual era muy irónico.
Decido subir al barco y volver a inspeccionarlo todo en busca de algo que me sirviera para defenderme. Sin embargo, un par de horas después descubro que lo único que podría considerar un arma son los huesos del capitán. Cojo el fémur y le echo un crítico vistazo: he de reconocer que lo rebañé bien.
Recordar aquella aventura me ha dado hambre, así que me encamino a la despensa en busca de algo para comer, pero sigo dándole vueltas al tema de la seguridad. Desde que se fueron los demás miembros de la tripulación para no volver jamás no me había sentido solo básicamente porque estaba demasiado ocupado, pero en aquel momento pensaba que no tenía modo alguno de defenderse de los peligros de la naturaleza… aquello le hizo recordar un programa de televisión al que era bastante aficionado antes de aquel crucero: “sobreviviendo a lo pobre”. Iba sobre un ex-dietista que iba en helicóptero hasta un sitio deshabitado, inhóspito y peligroso, para buscar civilización. Durante el transcurso de las aventuras del ex-dietista, comía de todo: desde lombrices hasta búfalos. Tras la primera temporada, el ex-dietista había engordado veinticinco kilos y había contraído una gran variedad de enfermedades. No, definitivamente a mí se me estaba dando mucho mejor, pero seguía sin tener modo alguno de defenderse del ataque de… un lobo, o un caníbal (de nuevo volví a recordar al capitán).
Tras aquella comida decidí que dedicaría toda la tarde a poner trampas que garantizaran que no iba a ser devorado mientras dormía.
Mientras en mi cabeza sonaba “winner takes it all” de Sammy Hagar, fabriqué cuerdas para colgar a la gente de los tobillos, tapé agujeros con ramas secas y muchas hojas, e incluso fabriqué un complicado tirachinas que lanzaba el fémur del capitán. Cuando estaba ultimando los detalles, escuché un ruido detrás de mí, y me giré sobresaltado a tiempo para ver un tejón enseñándome sus dientes con furia. Del susto, eché a correr, tropezando con la goma que activaba el tirachinas, que me golpeó con el fémur en la cabeza, haciéndome caer al hoyo que había tapado con ramas secas. Apenas pude salir del hoyo cuando puse el pie en la cuerda que me dejó colgando del tobillo. “No volveré a poner las trampas tan juntas”, pensé. Sin embargo, la cuerda no resistió y se partió, provocando que me cayera y me golpeara en la cabeza.
−Todo por culpa de ese tejón –murmuré, furioso.
De nuevo, la canción de Sammy Hagar empezó a sonar, y decidí matar a aquel tejón y convertirle en la cena. Conseguí acorralarlo y cogí una piedra para asestarle el golpe final. Pero, de pronto, el tejón me miró con ojillos de cordero degollado, y el determinante rock se convirtió en la canción de cenicienta. ¿Cómo iba a matar a ese pobre animalillo? ¿A caso había estado tan cegado como para no darme cuenta de que en la despensa del barco tenía comida de sobra? ¿O de que los tejones no ponen caras? ¿Estaba tan cegado por el odio y el miedo que ni siquiera me había preguntado que hace en una isla tropical una especie animal propia de Europa y Asia? ¿De dónde salían las canciones? Decidí coger al tejón y convertirle en mi mascota.
Más tarde, mientras estaba cenando junto a mi nuevo compañero, me di cuenta de que probablemente había sido él quien le había despertado, y ya no tenía miedo ni me preocupaba la protección.
Preparé una cama para mi nuevo amigo y yo ocupé la mía pensando en que, si en ocasiones el miedo era demasiado fuerte, la causa era la soledad. En compañía de seres queridos, el miedo era una carga mucho menos pesada.
Cerré los ojos pensando que llamaría al tejón Stallone, por aquella película de pulsos donde sonaba la canción que había estado escuchando toda la tarde. Aquello me hizo pensar en si estaría volviéndome loco, pero decidí que tampoco importaba demasiado a la vista de que, de nuevo, no estaba solo.

Te ví a poné…


… dos velas negras. Esta casposa frase está dedicada a todos los que se dedican a la economía como si fuesen futurólogos… ¿Por qué? Muy sencillo: el FMI (Fondo Monetario Internacional) ha declarado que España será la potencia (sin mucho exponente) (si, amigos, este es el llamado humor matemático… ¡la tierra prometida del humor!) a la que más le va a costar salir de la crisis. Han pronosticado que España seguirá en recesión durante el 2010: Zapatero todavía se está tirando de los pelos, pero de las cejas. Ya no parece Mr Bean, parece Spock… o Ibarretxe.
Justo ahora que España preside la Unión Europea, se habla incluso de expulsarla de Europa. En España ya se han tomado medidas y se ha prohibido a Karmele ir a Eurovisión. Seguramente vosotros os preguntaréis como se ha recibido aquí esta tormenta… este “tsunami”… y no me refiero a lo de Karmele, sino a lo del FMI, que por cierto parece una marca de zumo:
− Tómate un FMI y empezarás el día con superávit.
Como decía, la reacción aquí ha sido la siguiente: Zapatero, el presidente al que le hubiera ido mejor si hubiese hecho caso a su apellido, ha anunciado que no sabe si se presentará a las elecciones del 2012, y que “no quiere que parezca que abandona el barco cuando se está hundiendo”. Sin embargo, si no sabe si presentarse no se debe a todo lo que está pasando, sino a que la sombra de Sonsoles es alargada… para quien no lo haya entendido, ahí va una explicación sencilla: se dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pues bien, detrás de Zapatero está Sonsoles, que tiene un buen ojo… Ya me imagino la conversación:
−Aunque estemos pasando por un mal momento, estoy seguro que en 2012 me recordarán como al presidente que sacó a España de la crisis –diría Zapatero.
Y Sonsoles:
−Como te presentes en 2012, cojo a las niñas…
−Como cojas a las niñas te vas a herniar, Sonsoles…
− ¡Cállate! Cojo a las niñas y nos vamos con mi madre.
Claro, Zapatero acojonado, con una cara de sorpresa tan grande que las cejas le han hecho el efecto cómic, es decir, salírsele de la cara:
−Pero… ¿Por qué?
− ¿Por qué? Como te presentes en el 2012 son capaces de hacernos el cementerio nuclear aquí.
Porque lo de los cementerios nucleares es otra. Con la excusa de que no hay peligro, quieren abrir Marina d’or, ciudad de mutaciones, y como es evidente, nadie quiere esos residuos. ¿O vosotros querríais tener a un vecino mutante? Pero no mutante como Lobezno o Tormenta de los X-men, mutante en plan Carmen de Mairena con tres cabezas y en verde. Aunque pienso yo, si el cementerio nuclear no va a entrañar peligro, ¿Por qué no le ponen en la Puerta del Sol? Señores políticos, no tendrían ese problema si en lugar de intentar sacar beneficios con lo que sea, se dedicaran a no jugar a ser Dios y tener como prioridad al ciudadano.
Dejando atrás este tema, que como Carmen de Mairena, trae cola (ojo, si fuera como Carmen de Mairena mutante traería tres colas), vamos a analizar la crisis desde un punto de vista más entendible para todo el mundo: los amigos gorrones.
Porque los amigos gorrones son como concejales de urbanismo, y sé que cuando digo una frase comparativa siempre pongo una explicación, pero creo que no hace falta en esta ocasión. Todos tenemos ese amigo que cuando vamos todos a cenar no pide nada. Que te extrañas y dices:
− ¿No tienes hambre?
−No, ya picaré algo de lo vuestro.
Y piensas “será cabrón”, porque durante la cena él acabará comiendo más que los demás. Y se les ve venir de lejos, concretamente desde la infancia. Estos son los niños que no llevan bocata y comen un mordisco del bocata de cada niño, y claro, 200 mordiscos es como si se hubiese comido un cochinillo entre pan y pan. Que siempre había alguno que pensaba “pues a mí no me la da”, y cuando el gorrón iba a morder, ponía los dedos. Esos niños, tras unas cuantas visitas a la enfermería y un par de hemorragias en los pulgares, decidía: o no llevar bocadillo o comérselo sin que le viese el gorrón.
A estos amigos no se les puede hacer caso si vienen con la excusa de:
−Necesito algo de dinero para un asunto que me ha salido, ¡Pero es un asunto seguro!
Porque generalmente si dice que es un asunto seguro quiere decir que es seguro de ETS porque se pondrá el preservativo cuando esté con el “asunto”. Y aquí ya se entra en el terreno de los proverbios: si este amigo te engaña una vez, la culpa es suya, pero si le has pagado sus “asuntos seguros” de nuevo, la culpa es tuya. Porque la excusa del asunto seguro va a traer nuevas excusas como:
−Sí, es que ahora mismo estoy enfermo.
−Ya, es que lo tengo en casa de mi padre.
O la ya sublime:
−Pero si ya te lo devolví, ¿No te acuerdas?
En fin, que como ya dije en otra ocasión, ¿Podemos sorprendernos de que esto pase en un país donde los funcionarios desayunan cincuenta y siete veces en un solo día? Y no solo eso, aquí hacer un simpa es como un bar mitzva: si no lo haces al menos una vez no te conviertes en un hombre.
Para terminar, quiero acabar con una reflexión que haría vomitar a Bautista: Un amigo, por muy gorrón que sea, es un amigo; y un banco siempre va a ser un banco. Así que si un banco te pide dinero, ya puedes tener vaselina a mano; pero si un amigo gorrón te pide dinero, en vez de dejárselo, dale un abrazo, porque, si, se cagará en tus muertos, pero será un momento precioso… para tu cartera.

Como sobrevivir…


… una semana sin ordenador, porque si alguien lo sabe, que me lo explique. Para el lector más avezado quizás haya resultado un tanto extraño el hecho de que la semana pasada ese viejo avión con Leslie Nielsen continuase donde debería estar una nueva imagen, con su correspondiente nuevo artículo, y podría explicároslo y daros una disculpa sin detenerme demasiado en el tema, pero prefiero que lo viváis a través de mis palabras. Por cierto, la excusa es que… uuuy, si ya lo traía todo hecho, pero me dejó tirado el ordenador.
Esta excusa es por lo general el Abc del escaqueo (sobre todo si eres informático), pero llega un punto en el que ya huele a chamusquina:
− Gutiérrez, ¿Ha traído el informe?
− Pues no se lo va usted a creer, pero resulta que el ordenador se me ha colgado y se me ha borrado el informe…
− ¡Que sorpresa, Gutiérrez! Solo es la quinta vez esta semana…
Y es que parece una excusa barata, pero cuando pasa, duele en el alma. Si, yo he visto gente por las calles llorando y desgarrándose las camisas como Marlon Brando en Un Tranvía Llamado Deseo (aunque en el barrio donde vivo son más bien el Cigala en la boda de su primo), porque se les había colgado el ordenador. A la madre de Bill Gates ya no es que le piten los oídos, es que no puede ni salir a la calle sin tapones para los oidos, que va Bill y la dice:
− Mami puertas, mami puertas…
Y la otra:
− ¿¿QUE??
Nunca se había acordado la gente tanto de la madre de alguien desde que Aznar se fue a pasar unos días a las Azores.
Pero es que la cosa no es para menos, porque tú estás tranquilamente en tu casa con tu ordenador haciendo dos posibles cosas: ver porno (80% de posibilidades) o cosas que no son ver porno (20% de posibilidades), que cada uno usa la banda ancha como quiere. El caso es que llega un momento en el que el ordenador hace PUM (ha habido casos en los que hasta ha salido humo), y no sé qué es lo peor, si que te pille haciendo lo primero o te pille haciendo lo segundo, porque como estés trabajando y de repente el ordenador se cuelgue es como una patada en la boca, pero que cuando estás en tu clímax onanista el ordenador deje de funcionar es como si te pegasen una patada en los huevos justo cuando te estás recuperando de la patada en la boca de antes.
Bien, tú te recuperas del shock inicial de que el ordenador te ha dejado tirado (normalmente shock violento), pero te tienes que enfrentar a un shock mucho más fuerte: repararlo. Lo típico es formatear. Buscar un Windows de donde sea, meterle a piñón en el ordenador y volver a empezar de la forma más digna posible, pero… ¿y si con el Windows no es suficiente? Aquí hay un terrorífico añadido al shock: no tienes ni puta idea de cómo arreglarlo.
El pánico hace ya tiempo que ha comenzado a cundir, pero ya llega tu novia (o novio, en gran variedad de casos), te da dos hostias y te grita:
− ¡TIENES QUE CALMARTE!
Tú te repones tanto como puedes y llamas al servicio técnico de la empresa donde compraste el ordenador, y la escena es más o menos así:
− Servicio técnico de Mediamarkt (porque ellos no son tontos, pero tú sí que lo eres un rato)
− Buenas tardes, he tenido una avería.
− De acuerdo, señorita, proceda a explicar su avería.
Seas una grácil bailarina o un curtido albañil de voz aguardentosa, te va a llamar señorita… es inútil que te revuelvas contra el poder supremo. Sigo:
- Verá, estaba elaborando un informe (mentira, estabas viendo porno, si no, no lo dirías) cuando de pronto me salió un pantallazo azul y el ordenador se apagó. He probado a formatear, pero no hay manera.
Tras un silencio tan tenso que Freddy Krueger se mearía en los pantalones, la voz de la operadora vuelve a sonar en el auricular:
− Señorita, ¿Ha comprobado si el ordenador está enchufado?
− ¿Es usted gilipollas? ¡Y no me llame señorita!
− Está bien, señorita, no se altere, iremos haciendo comprobaciones para dar con el problema.
Después de media hora de una llamada que estás pagando tú, en la que la operadora te ha llamado señorita como ciento cincuenta veces, acabas tan hasta los cojones que acabas por gritarle a la operadora que mande a un técnico a recoger el ordenador y que lo arregle, o tú mismo lo triturarás con tus propios dientes.
− De acuerdo, señorita…
− ¡SOY UN HOMBRE!
− Vale, señorita, entre las ocho de la mañana del miércoles y finales del mes que viene, un técnico acudirá a su casa a recoger el ordenador.
− ¿Y no podría ser un poco antes? Es que me corre un poco de prisa.
− No se preocupe, señorita, nos daremos toda la prisa que podamos.
Y tras esa repugnante mentira, cuelgas el teléfono sin atreverte ni a mirar al ordenador a la cara… suponiendo que tenga cara. Porque, a pesar de que hace un año que tienes el ordenador y antes de eso despotricabas constantemente sobre lo nocivo de vivir en una sociedad gobernada por la competitividad y las tecnologías, ya ni siquiera concibes tu vida sin ordenador… a eso se le llama criterio, sí señor.
Finalmente, parece que los dioses se han apiadado de ti y a las 12 de la mañana del día siguiente, el técnico se está llevando el ordenador, y tú te mueres de angustia al pensar que todavía queda una semana hasta que te lo traigan arreglado… como mínimo. Porque la operadora se escaqueó, pero solo hay una profesión donde se escaqueen más que las operadoras y operadores: los informáticos. Finalmente, los técnicos te traen el ordenador y para ti es como si vieras a Dios en persona… ¡Por fin puedes recuperar tu vida!
Para terminar, quiero regalaros una reflexión: ¿Por qué consentimos que los ordenadores se cuelguen, si no lo hace ningún otro aparato? Me estoy imaginando a una persona en estado vegetal, enganchada a un montón de máquinas, y de repente se calan todas, y la familia, en lugar de llorar, diciendo: es que los respiradores ya se sabe, se calan… mala suerte.
En definitiva, no desaprovechéis oportunidades de alejaros del ordenador, ya hemos matado al porno codificado, pero todavía podemos salvar al canal 47.

Volare, ¡Uoh!…


… cantare, ¡Uohohoho! Como está el tema de barajas, ¿no?, el otro día salí de casa y había un avión aparcado en doble fila ¡en plena calle! Yo le dije al piloto:

― Pero vete a un aeropuerto hombre de Dios.

Y dijo:

― ¡Si es que no me dejan!

Con todo este lío, yo he recordado mi adolescencia, con mi padre, que era maquinista y llevaba a los jubilados de viaje por Europa (en avión se mareaban, cogían vértigos y una vez agredieron a varias azafatas). Con mi padre, yo viajaba la mejicana, ¿Qué es viajar a la mejicana? muy fácil, te escondes con la carga del camión y no sales hasta pasar la frontera. Parece un método bastante rudimentario para viajar, pero después de tres viajes de fin de curso así ya se acostumbra uno.

Eso me da que pensar, ¿Por qué en los colegios de curas los profesores eran tan tacaños? Solo había que quedarse alguna vez en el comedor para verlo. Yo cuando me quedaba en el comedor iba en ayunas porque si no, no había forma humana de comerse aquello. Sin embargo, y volviendo a los viajes, sorprendentemente la comida del colegio era mejor que en Francia. Francia es un país de contrastes, por un lado está el glamour, la limpieza de sus ríos, la educación de su gente, su historia, su temperatura perfecta, su ambiente liberal… pero por otro lado está el escargot con lechuga. A ver, yo no es que haya sido nunca de caracoles, de hecho yo no soy muy de comer nada que vaya con pene incluido. Pero vamos a ver, los caracoles de aquí son de un tamaño razonable, te ponen un día una tapa y si no te gustan puedes comértela rápido para no hacer un feo, pero en Francia… en Francia son como centollos, una vez entré a comer a un restaurante francés y los caracoles me saludaron:

― Buenos días, me llamo Fernando y voy a ser su primer plato ― es lo que me dijo.

Y encima estaban los precios, me acuerdo que entré en una cafetería y pedí un café, un café ole, que no es un café muy español, es un café con leche en Francia, y si os sorprende esto, ya vais a flipar cuando sepáis como se dice cuarenta y dos. Total que me bebí el café, ole, y fui a pagar, completamente ajeno al peligro, cuando la camarera dijo.

― Dos euros y medio.

Mi primera reacción fue palparme los costados. Ya la camarera empezó a mirarme raro y me dijo.

― ¿Qué hace?

― Pues buscarme la puñalada porque no la he visto ni venir.

Pero nunca creí que llegaría a echar de menos la comida francesa hasta que a mi padre le salió un viaje a Inglaterra. Bien, Inglaterra es un país con distintas normas de circulación, allí se conduce por la izquierda, lo cuál mi padre comprendió cuando, tras alquilar un coche, sufrió los tres primeros siniestros. Sin embargo habría preferido montar con mi padre el kamikaze y dar vueltas por Londres antes que comerme su comida.

Cuando salen por la noche van a unos sitios que se llaman fish and chips, y nunca pensé que echaría de menos comerme un kebab hasta que entré en uno. Como su propio nombre indica, es un local donde compras pescado y patatas, una ración de pescado y patatas, todo frito con manteca, para que te la comas allí mismo… si puedes, claro. Lo cierto es que tenía bastante buena pinta, yo lo vi y dije.

― Joder que suerte, pescaito frito.

Los cojones suerte, llegaba por la mitad de la ración y ya me dolían las arterias. A los tres cuartos, comencé a notar palpitaciones en el brazo izquierdo, y lo dejé ahí porque empecé a pensar que iba a ser el plato el que terminara conmigo.

Pero el problema no es comer fish’n’chips, el problema es no comerlo. ¿Qué pasa si no lo comes? Pues muy fácil, empanada de riñones, filetes sangrantes con mostaza, pasteles de carne… allí todo lo que no te mataba de colesterol te mataba de asco.

Por no hablar del tiempo, el tiempo en Inglaterra era… una mierda. No se si habrá gente aquí que vaya mucho por Santander… pues haceos a la idea de que Inglaterra es como Santander en octubre… pero a lo bestia.

Una mañana salí desprevenido del remolque para tomar uno de esos famosos desayunos a la inglesa, para empezar el día arriesgando, y me sorprendió el temporal… a las siete de la tarde la corriente me había arrastrado hasta Westminster.

En Inglaterra muchas cosas son diferentes, tienen cámara de los comunes en vez de congreso; tienen la hora del té en vez de la hora de la siesta; tienen a Camila Parker Bowls en vez de… criterio. Pero la diferencia que más me chocó fue la monetaria.

En Europa pasa algo curioso, y es que si eres de España, todos los países son caros para ti… salvo Portugal… en caso de que Portugal cuente como país. Pero en fin, el caso es que en Europa todos andan acomodados, como si con la U.E. hubiésemos inventado la pólvora, y lo que estamos haciendo es imitar a Estados Unidos. Yo creo que todo ese rollo de la globalización es para vengarnos de los americanos cuando vengan de viaje. Y cuando digo esto, todos tenemos en mente la típica aduana americana donde la situación es la siguiente:

― Disculpe, caballero, ¿Podría acompañarnos?

Sigues a los dos seguratas a una sala oscura e insonorizada, la cuál cierran por dentro.

― Caballero, vamos a proceder a hacerle un registro corporal para comprobar si esta en posesión de sustancias estupefacientes.

Esto suena muy elegante y glamoroso, pero en realidad es una mierda…supongo que nunca mejor dicho.

Yo no entiendo la manía de los seres humanos de apropiarse de cosas de las que no nos podemos apropiar. Intentar dividir la tierra es como vender parcelas de aire. Ya me imagino la típica escena de los colonizadores desembarcando en Santo Domingo, y a Colón entonando el discursito de rigor:

― Yo, Cristóbal Colón, declaro estas tierras propiedad de la Corona de Castilla.

Y un indígena que pasaba por allí diciendo:

― Disculpe buen hombre… (Risa entre dientes)… ¿Cómo ha dicho?

Ya me imagino el cachondeo:

― ¡Oíd! ¡Que dice que se queda la isla!

Es como si un día subes a casa de tu vecino y dices:
― Yo, Jacinto, declaro este piso propiedad de la Cuqui, mi señora.

¿De verdad a nadie se le ha ocurrido que si no nos hubiésemos liado a colonizar tierras a diestra y siniestra ahora mismo los extranjeros a los que tanto critica la gente estarían viniendo de vacaciones en lugar de a buscar trabajo? ¿Tan hipócrita es la gente?... ejem, ejem…

Un español medio es el típico tio que puede llegar a matar a su vecino por una discusión de fútbol, se bebe tres copas y se convierte en doctor honoris causa, se pone unas chanclas con calcetines blancos y se va a pasear un domingo por la plaza mayor.

Todo lo puede un español con una cerveza en la mano: Dirigir una película, marcar un gol, convertir su relación en la pareja perfecta… yo no entiendo como las consejerías matrimoniales no están llenas de gordos borrachos diciendo:
― ¡Tu eres un calzonazos! Cómprala cualquier chorrada y te la cepillas.

En fin, será mejor que antes de irme por ese tema, os hable de mi último viaje. Recuerdos difusos me embargan cuando recuerdo mi viaje a Ámsterdam. Cuando bajé del tren, empecé a caminar por Ámsterdam y… lo último que recuerdo es estar vomitando frente al portal de mi casa. Por algún motivo mee descolgué del camión, que cuando digo esto no quiero decir que fuese colgado como un simio, sino que lo perdí de vista… y hasta los tres meses no salí de allí.

De mi estancia en Ámsterdam apenas recuerdo nada, recuerdo que perdí todo el peso que había ganado en Inglaterra, y unos kilos más de propina… yo iba caminando por la calle y decían:

― ¡Vaya bicicleta más rara!

En fin, Ámsterdam… tiene un color especial, ¿No? Si, efectivamente me refiero al color verde. En realidad, el ambiente es muy liberal, en holanda no consideran relevantes las tendencias sexuales… ahora que lo pienso, podríamos mandar a Jorge Javier Vázquez a vivir allí… aunque no funcionaría, a los tres meses estarían todos a hostias.

En definitiva, que me pasé tres meses caminando por la delgada línea que separa estar de fiesta de la indigencia… recuerdo cuando vi otra vez a mi padre. Fue en una calle muy extraña, llena de escaparates con lencería… y maniquíes de carne y hueso. Me acerqué justo cuando mi padre entró en uno de los escaparates, yo pensé “bah, irá a comprarle ropa interior a mi madre”.

En fin, que cuando llegué a mi casa, mi curiosidad por viajar quedó más o menos saciada, y sin más recuerdos que la continua sensación en el estómago de que los fish & chips que me comí en Londres me están repitiendo.

A modo de despedida solo quiero deciros que no despreciéis otras culturas por ser diferentes. Todos somos humanos y aunque tengamos costumbres diferentes, en esencia somos iguales… quizá salvo Federico Jiménez Losantos.

Don presenta: cagadas deportivas

Seguimos con las cagadas deportivas. Esta semana os mostraré los riesgos de ser un sucio tramposo... no, mejor explicado aún, los riesgos de ser un tramposo gilipollas... no, mejor aún, los riesgos de ser un gilipollas inconsciente... bueno, que aquí está el video. Pensáoslo dos veces antes de hacer trampas.