
Empiezo a tararear una canción: November Rain, de Guns‘n’Roses. Es muy triste, es más, no la pienso volver a tararear. Me decido a tener un buen día y salgo de la cueva.
Me siento en una roca frente al mar, hace un tiempo más bien cálido, ligeramente soleado, bueno… venía como relente. En fin, hace un tiempo. Me siento en la piedra y (por si este texto cae en manos erróneas) no fumé nada. Me pongo a pensar en lo que ha pasado:
No hacía tanto que viajaba por el mar, en un crucero de placer por el caribe. Una noche, al capitán le dejó la novia y se emborrachó. Empezó a pilotar como si fuese una pequeña lancha, y claro, fue demasiada máquina para él… nunca fue muy aficionado a las campañas de la DGT… aunque ahora que lo pienso, le habría dado lo mismo aunque lo fuera, porque en realidad nos metimos en una zona de arrecifes y encallamos… encallamos y aquí seguimos… bueno, sigo. El capitán murió de un coma etílico aquella noche, y los tripulantes aquel día se fueron a explorar mientras yo estaba en la piscina del barco (y eso que tenía todo el mar para mí), y no volvieron.
Al principio simplemente les esperé. Me pasé unos cuantos días alimentándome del cuerpo del capitán, hasta que caí en la cuenta de que los tripulantes no se habían llevado nada de la despensa. En fin, que yo solamente estaba esperando, pero llegó un momento en el que me empecé a aburrir y quise sentirme útil, así que me metí en el camarote de López, que había llevado todos los fascículos de bricomanía (que ya hay que ser gilipollas), bajé del barco a buscar una cueva, y cuando encontré una a mi gusto (40 metros, confortable, prácticamente seca), empecé a decorarla al estilo zen.
Tras la precaria fabricación de una cama con ramas y hojas de palmera, un armario con trozos de palmera alisados con un canto, una mesita, un par de sillas y un marco que contenía una hoja de parra, me di cuenta de que el bricolaje no se me daba bien, y no tenía ni puta idea de lo que era el estilo zen, así que decidí dejarlo como una cueva rústica y trasladarme allí, dejando el barco solo para ir a comer (ya que estaba aburrido).
Los días se convirtieron en semanas, y de hecho aquí estoy, de la cueva al barco y del barco a la cueva, lo cuál no está demasiado mal, ya que trepar por las rocas y sortear los obstáculos que se formaron en el barco durante el naufragio me mantiene en forma… por no hablar de la dieta frutal que estaba llevando, ¡nunca había estado tan en forma!
Tras mucho meditar, decido levantarme de la roca y darme un baño, que será todo lo naufragio que quiera, pero una playa es una playa.